El método químico de control de las biotoxinas marinas que impuso la Unión Europea y que se aplica desde junio sigue sin convencer a las autoridades competentes y al grueso del sector bateeiro gallego, pero dado que su aplicación es inevitable, y sobre todo obligatoria, la Consellería do Mar ha cursado las órdenes oportunas para que se aceleren al máximo todos los mecanismos de validación y certificación internacional.

De lo que se trata es de disponer de una herramienta que garantice la libre circulación del molusco gallego y que permita plantar cara a cualquier intento de boicot que pueda surgir por parte de ciertos países comunitarios que vayan a legitimar el sistema analítico químico antes que Galicia y que, aprovechándose de ello, traten de limitar la capacidad productiva y comercializadora de la comunidad autónoma.

La explicación a todo esto resulta sencilla. El nuevo método químico puede convivir con el bioensayo en ratón, aplicado desde hace décadas en Galicia y cuya continuidad reclamó por activa y por pasiva el actual gobierno autonómico. Pero a partir del 1 de enero de 2015 el único método válido y de referencia internacional será el primero de ellos, como ya se explicó en tantas ocasiones anteriores.

Esto supone que aún queda margen suficiente y puede hacer pensar que no hay prisa alguna por aplicar ese método químico que con tanta insistencia se rechazó desde Galicia. Pero no es menos cierto que esperar entraña riesgos, pues resulta que si mientras tanto otro país europeo, por ejemplo Francia, valida y legitima antes que Galicia sus mecanismos para el control químico de las biotoxinas, podría darse el caso de que interceptara una partida de mejillón gallego en la frontera alegando que no resulta apta para el consumo humano.

En ese supuesto –hay que incidir en que se trata solo de una hipótesis–, si los franceses muestran los datos de sus análisis basados en el nuevo sistema químico y Galicia no puede rebatirlos, porque espera hasta 2015 para imponer el mismo sistema y sus mecanismos de control están todavía en fase de implantación o adaptación, los franceses se saldrían con la suya, aunque no tengan razón alguna sobre el estado sanitario del mejillón interceptado en la frontera.

De lo que se trata, por tanto, es de ser los primeros, o al menos estar entre los más rápidos a la hora de aplicar el método químico con totales garantías, tanto sanitarias como legislativas, pero sobre todo se trata de certificarlo internacionalmente a la mayor brevedad.

De este modo, implantando en Galicia de una manera definitiva y eficaz ese método químico, y volviendo a situar al lector en el caso hipotético anterior, si lo franceses pusieran en duda el estado del molusco enviado desde Galicia a cualquier lugar de Europea, la Administración autonómica podría poner sus propios datos sobre la mesa y defender sus intereses con firmeza, incluso con el aval del mismo sistema analítico que impuso la UE, aunque no guste.