Montserrat Betanzos (O Grove, 1970) y su madre, Socorro Cacabelos, son las dos primeras collareiras que a partir de hoy exhibirán en sus puestos de A Toxa la "Carta de Artesanía" que les otorgó la Xunta, gracias al impulso que a esta pretensión dio la directora xeral de Comercio, Nava Castro. Con ellas se abren las puertas a todo un colectivo que lleva años demandando este marchamo de calidad que permite, por fin, que su trabajo deje de ser considerado una simple manualidad para convertirse en un producto artesanal que cumplió ya más de un siglo de historia.

Montserrat Betanzos representa a la tercera generación de esta familia de collareiras de O Grove, pues ya su abuela vendía este tipo de complementos en las primeras décadas del pasado siglo, como también hace su madre desde los años sesenta. pero ella es el signo de la evolución actual y reconoce que los collares que ahora se fabrican ya no se conciben como un sencillo y barato "souvenir" para turistas sino que cada vez son más reclamados por la población local. "Son un complemento tan armonioso como un cinturón o un bolso. Se puede lucir en la oficina en la que trabajes, un domingo de paseo o en una fiesta"

–¿Qué significa para usted y su madre esta distinción, esta calificación como artesanas?

–Ante todo, supone prestigio pues la marca de artesanía es un poco elitista y suele concederse a un grupo reducido de personas que nos dedicamos a este tipo de actividad. Por fin, después de una lucha de más de dos años, se reconoce nuestro trabajo como artesanía cuando antes era considerado solo como una manualidad.

–¿Ese marchamo que, de momento, solo se les reconoce a usted y a su madre, implica una garantía mayor para sus clientes?

–Es un certificado que demuestra que se cumplen con unos requisitos específicos y que sigue el modelo de una tradición propia de O Grove. Además implica que nos comprometemos a vender un producto que es elaborado aquí. Lo que hemos conseguido es abrir las puertas a otras collareiras que también realizan este trabajo de forma artesanal y que ahora tendrán más fácil obtener la carta de artesanía.

–Con ello, consiguen también acabar con una hipotética competencia desleal.

–En la memoria que mandamos a la Xunta nos comprometemos a vender un artículo elaborado aquí y además nos sometemos a las inspecciones que sean necesarias. Sin duda que es una apuesta por la calidad que va a marcar la diferencia con personas que vendan collares con conchas traídas de China y que, en muchas ocasiones, hasta vienen pegadas entre si.

–¿O sea, que no todos los puestos de collares son iguales?

–Obviamente no.

–¿Cómo se inició en esta actividad?

–Mi madre, Socorro Cacabelos, me enseñó el oficio desde muy niña, y a ella se lo enseñó su madre. Ella empezó de niña y compaginaba la venta de collares con el trabajo en la fábrica de conservas, porque antes se consideraba como una actividad complementaria. Yo también compagino el puesto con otra actividad pero creo que se puede vivir en exclusiva de la venta de collares, en este momento.

–Se dice que sus clientes son solo los turistas ¿Este aserto se puede mantener a día de hoy para que la actividad funcione?

–Eso era verdad antes, pero desde hace tres años, empiezan a ser muy apreciados por la clientela local. Y es que cada vez se hace más diseño, es decir, se adaptan los collares a las nuevas tendencias de moda.

–¿Cómo se dieron cuenta de ese giro que experimenta la clientela?

–Hace tres años que experimentamos con la instalación de un puesto de collares en la Festa do Marisco de O Grove y observamos que los vecinos mostraban interés por nuestros diseños. El año pasado ya eran seis puestos de venta en una carpa que habilitaron para nosotras.

–¿Quiere decir que dejó de ser un recuerdo y que las mujeres usan este tipo de collares como adorno cotidiano?

–Algunos son muy bonitos porque procuramos adaptarlos a las nuevas tendencias que marca la moda, tando en diseños como en colores o tamaños. Un buen collar de concha se puede lucir en cualquier fiesta, pero además hay mucha variedad y no son muy caros, desde los 5 a los 70 euros.

–La procedencia de las conchas ¿Es un secreto?

–Hay lugares a los que vamos todas las collareiras y por tanto todo el mundo sabe de ellos pero cada una de nosotras tenemos nuestras zonas secretas que no revelamos a nadie. De todos modos es frecuente que vayamos a playas de A Illa de Arousa, a Con Negro aquó en O Grove, a la zona de O Pindo en el municipio coruñés de Carnota e incluso las hemos entontrado muy bonitas en Vigo..

–¿Cómo las escogen? ¿Hay alguna más apreciada que otras?

–Buscamos las más llamativas, en especial las caracolas o las que denominamos "podres" que son muy difíciles de buscar y las "morrazas". Suelen ser las más espectaculares pero también recogemos otras conchas más feas, que aveces tienen manchas y que es necesario limpiar, barnizar e incluso pintar para que queden más llamativas. Podemos usar todo tipo de conchas y, de hecho, una compañera ofrece en Santiago unos collares hechos con valvas de ostra que son muy llamativos.

–Y para confeccionar un collar medio ¿Qué cantidad tienen que utilizar?

–Aproximadamente se usan cien gramos de concha, pero todo depende del tamaño del collar.

–Todo ese trabajo encarecerá el precio del producto que ustedes ofrecen en A Toxa.

–Le puedo asegurar que es un producto muy asequible pues se pueden encontrar collares desde los cinco a los setenta euros, dependiendo del trabajo que suponga confeccionarlo.

–Como artesana ¿Va a tener que esmerarse más a partir de ahora?.

–En absoluto. Vamos a seguir con las mismas técnicas de siempre, es decir, ofrecer un producto que es artesanal al cien por ciento, y eso es lo que reconocen nuestros clientes.