Cada día que transcurre se consolida la importancia del primitivo asentamiento que albergó el monte do Castro, en Ribadumia, donde CSIC y Diputación tratan de poner en valor parte de un enorme yacimiento poblacional que ocupó esta zona del interior de O Salnés, durante cinco siglos, en los albores de la nueva era.

En esta pasada semana, los expertos han localizado una de las zonas de más interés del poblado, más allá de las propias viviendas particulares de forma circular que caracterizaban aquellas primitivas construcciones. Aunque solo llevan un mes de minucioso trabajo acaban de toparse con una de las zonas que permiten entender el entorno como un pueblo consolidado, habitado por más de doscientas personas y con una compleja estructura urbana.

No se trata, por tanto, de viviendas aisladas en el monte sino que es una pequeña metrópoli en la que existen espacios públicos de cierta notoriedad y que pueden aparecer si se sigue excavando.

De momento ya se encontró un gran muro rectilíneo que separa construcciones que en su día fueron cerradas y que podrían estar dedicadas a graneros o establos. Pero también se observa ya el comienzo de una perfecta escalinata que con bastante seguridad conduce a otros aterrazamientos superiores.

Antes ya se había localizado otro edificio en forma ovalada, a unos cien metros de distancia, que en su día pudo ser un horno comunal, ya que cuenta con una lareira con campana de mayor tamaño que las que se usaban en las viviendas particulares.

A unos pasos de esta también se descubrieron los cimientos de una antigua casa circular, en cuyo interior todavía se conserva una pequeña lareira que pudo haber sido utilizada para cocinar y otra estructura similar pero que seguramente su uso sería el de dar calor al interior. En el exterior de la edificación se observa un anejo que pudo ser usado como granero y un patio al aire libre, o solaina, que sus ocupantes utilizarían durante las horas del día.

Se trata de conjeturas pero que se repiten de forma homogénea en todos los yacimientos que se van sacando a la luz y que son también característicos como el de Castro Landín (Cuntis) o el de A Lanzada, si bien en este último se ha encontrado la peculiaridad de que persiste la estructura de una antigua fábrica de salazón.

Pero como explica Cristina Cancela Cereijo, integrante del equipo del CSIC que trabaja en el rescate del patrimonio arqueológico de Ribadumia, todos estos castros debieron estar interrelacionados por lo que se supone que existían intercambios entre ellos, algo que se está tratando de estudiar.

De hecho, en Ribadumia, justo donde la Diputación proyecta una de sus cuatro pousadas rurales, ya empiezan a aparecer los primeros signos de esas interrelaciones entre distintos poblados interiores y costeros.

"No es mucho, pero acabamos de encontrar una concha que significa que los vecinos de este poblado del interior tenían contacto con gentes de la costa, por qué no, con los de A Lanzada", entiende la arqueóloga.

Obviamente es consciente de que ese hallazgo no es absolutamente relevante para la tesis, pues para confirmarlo sería preciso tener mayores elocuencias. Y para ello es necesario que las instituciones aporten más dinero del que se destinó a este importante proyecto de rescate de la memoria etnográfica.

El Monte do Castro guarda en sus entrañas un secreto a voces que precisa mucho dinero y años, tanto para descubrir todos los cimientos que se conserven como para su reconstrucción y puesta en valor.

Nadie habla de que se llegue a los niveles del castro más emblemático e importante de Galicia, a la sazón el de San Cibrán de Lás (Ourense), pero si de actuar en las ocho hectáreas que en su día ocupó el poblado ribadumiense, asentado en un lugar privilegiado de la comarca.

Los vecinos ya lo tenían localizado. Todos sabían que aquello era el núcleo poblacional más importante de su era primitiva y que incluso llegó a ser ocupado en la primera etapa del imperio romano. Los vecinos hablan de las "casas dos mouros" y han sido muchos los maestros que a mediados del pasado siglo ya iban con sus alumnos a esta zona para conocer como vivían.

Y es que el castro tiene la misma estructura que otros muchos que se han localizado en Galicia. La propia orografía y topografía del terreno delata que ese monte lleno de vegetación hasta hace pocas días fue uno de los asentamientos primitivos.

Se accede al castro en una pequeña desviación de la carretera a Barrantes y tras andar a pie unos doscientos metros ya es posible divisar lo que fue. Se ve perfectamente que la zona habitada estuvo fortificada y que incluso contó con su propio foso defensivo. Aún ahora, desde lo más alto de lo que se puede considerar el muro interior, existe una altura al fondo de unos quince o dieciséis metros. Mas allá se observa otra gran muralla que conformaba el cierre del terreno urbano.

Rescatar este muro, además de poder ser un peligro porque se desconoce en que estado se encuentra puede resultar demasiado complicado, y costoso.