Nunca la sentencia "año nuevo, vida nueva" ofrece tanto sentido como lo ha tenido para Marcelino Abuín con la llegada de 2011. El que hasta ahora era concejal de Xestión do Territorio de Vilagarcía anunció el jueves su dimisión, y estos días ultima las gestiones para que su decisión sea efectiva lo antes posible. La polémica generada por la demolición de los bancos de azulejo de Ravella fue el detonante que puso fin a la gestión de Abuín, que se marcha convencido de la idoneidad de este proyecto concreto y de su idea de lo que debe ser Vilagarcía.

–¿Cómo se siente después de los acontecimientos de los últimos días?

–En parte triste y en parte decepcionado.

–¿Por la falta de apoyo de sus compañeros de partido?

–Por la situación general. No quiero hablar de partidos, creo que este tema hay que verlo más allá de una cuestión de siglas. No es la primera vez que debido a la presión de determinados grupos se rectifica un proyecto. En este caso se trata de la modificación de un acuerdo de gobierno que había pasado todos los trámites precisos y que había sido autorizado por Patrimonio. El problema de fondo es la existencia de visiones diferentes de Vilagarcía: una tradicionalista y otra enfocada desde el punto de vista de la modernidad, lo que se traduce ideológicamente en un enfoque conservador y otro progresista.

–¿Cree que la proximidad de las elecciones ha determinado los posicionamientos de los grupos políticos en este tema?

–No dudo del interés político que existe en todo esto, incluso en la propia plataforma. Y a los nombres que firman los comentarios de internet me remito. Ha habido una carga de agresividad tremenda, que ha llegado incluso a las descalificaciones personales. Y las descalificaciones califican a quien las hacen.

–En los últimos días le han tildado de prepotente por no escuchar a los vecinos.

–Que me responsabilicen de personalizar un proyecto realizado por una persona que tiene un premio nacional de arquitectura, la verdad es que no me molesta. Pero es una muestra de una actitud agresiva. En todos los proyectos que se hicieron en Vilagarcía se habló con los colectivos de la zona. Pero en el caso de Ravella no existía un interlocutor. La oposición está para fiscalizar, y ningún grupo vio el proyecto. A la plataforma vecinal se le ofreció diálogo, con la arquitecta y con la tutela de Patrimonio, que es quien tiene la palabra final. Pero en este caso las imposiciones no vinieron del gobierno. Y ante eso la actitud del gobierno es de concesión. Si empezamos por negar algo como que la representación del pueblo de Vilagarcía la tienen las personas electas democráticamente, no sé dónde vamos a parar.

–¿Cree que esa cesión tendrá consecuencias en las urnas?

–Estoy convencido de que en un gobierno progresista una concesión como esta, hecha a un movimiento muy conservador, es un error. Asumir planteamientos que no son propios es una equivocación. Estamos ante gente que se mueve en la nostalgia por una Vilagarcía que ya no va a volver a existir, y creo que realmente es bueno que no exista. Nunca hubo tanta miseria y tantas desigualdades como en los años treinta, yo no querría que volviese esa época. Creo que hay que contrarrestar esa visión porque, afortunadamente, Vilagarcía es muy diferente a lo que fue.

–Hay quien cree que la polémica por los bancos no es más que la gota que ha colmado el vaso para motivar su dimisión.

–Efectivamente, existe un proceso previo. Si las cosas hubieran sido de otro modo, otra habría sido la solución. Pero se ha producido un proceso de desautorización hacia mí, cuando lo que yo he hecho no ha sido más que asumir acuerdos de gobierno. En el fondo de estos temas están los modos de hacer política, y yo no estoy de acuerdo con renunciar a proyectos. Porque si vas a actuar en función de sondeos ¿Dónde está el proyecto de cada partido? De cualquier modo, en este caso, el tema es cómo se afronta políticamente una situación, y podría haberse sorteado con la abstención.

–Últimamente también le han llegado críticas por la devolución de los 2,5 millones del aparcamiento de Fexdega.

–Desde que se gestionó el préstamo dijimos que el Ministerio nos había dicho de palabra lo que ahora dice por escrito, y es que no era posible el cambio de finalidad de esa cuantía. Esto se dijo en septiembre y no pasó nada. Se trasladó a los portavoces de los grupos y se hizo un pliego para recoger sus aportaciones.

–¿Cree que habría que acometer ese proyecto?

–Rotundamente sí. Los vecinos ganarían 10.000 metros cuadrados de zona verde. Y esto no supondría en absoluto privatizar el suelo, porque ya está privatizado por los coches. Si los grupos no quieren que se haga esta inversión en Vilagarcía que tengan la valentía de decirlo. En cualquier caso la devolución no supondría gasto, como se ha dicho, porque ese dinero está en el banco.

–¿Su renuncia como concejal podría acompañarse de su baja del PSOE?

–Estos días hay tres personajes de los que me acuerdo mucho, y son Goya, Azaña y Churchill.

–Supongo que en estos momentos no se siente con ganas de participar en la campaña electoral.

–Lo que me apetece ahora es acabar con este tema. Yo siempre supe que para que yo entrase en el Concello tenían que salir otros, y para que entren otros tengo que salir yo. Si marchándome las cosas se tranquilizan, pues me voy tranquilo. En todo caso, al PSOE le debo mucho agradecimiento por haberme dado la oportunidad de participar en un profundo proceso de cambio para Vilagarcía.

–Se marcha con un importante volumen de proyectos en marcha y a sólo cinco meses de las elecciones ¿Cree que su sucesor podrá afrontar este volumen de trabajo, o podría producirse cierta parálisis?

–No creo que pase eso, porque lo difícil ya está hecho, y sólo queda ejecutar. Muchas cosas quedan encauzadas. El proyecto del Balneario y del jardín y el quiosco de A Compostela va a ser ejecutado inmediatamente. Los de Castelao, el entorno de la Plaza de Abastos y Ravella están adjudicados y pendientes de empezar después de Reyes. Lo único que quedaría pendiente ahora sería la inauguración, y vive Dios que ahí voy a estar. Si me apetece, que igual en aquel momento ya no.