Ramón Patiño dirigió la primera prospección arqueológica para tratar de localizar el pecio romano en la cara exterior de la isla de Cortegada.

Corría el año 1982 y el museo lo dirigía José Filgueira Valverde, entidad a la que el autor del hallazgo se dirigió para que se hicieran cargo de las tareas de rescate del barco hundido.

Pero como recuerda Patiño "pidió dos millones de pesetas por confiarnos el secreto y eso, de aquella, era mucho dinero para el Museo".

Conocidos los hechos, se dio cuenta a la Comandancia de Marina de Vilagarcía y sus agentes fueron a la vivienda de Gustavo Barreiro y le confiscaron las tres ánforas que guardaba.

Barreiro se negó entonces a colaborar con el Museo. Se sintió engañado y ya nunca reveló donde había encontrado las valiosas piezas romanas, aunque si da algunas pistas.

Con ellas, el Museo encomienda a Ramón Patiño realizar una exploración. La entidad contaba de aquella con un incipiente grupo de buceo, denominado García Alén, que fue el que comenzó los trabajos y que a punto estuvo de culminar el hallazgo.

Estuvieron varios días en Cortegada, isla en la que incluso construyeron una "estación de tierra" cuyo fin era el de fijar los hallazgos, explica Patiño.

El grupo realizó varias inmersiones en la zona que dieron como resultado el hallazgo de algunas piezas de poco interés, fundamentalmente trozos de cerámica, tapas de vasijas y algún plato de vajillas de lujo, todas ellas de la época romana.

Al principio se le dio escasa importancia pues ya en 1957 se encontró otro ánfora romana y en años sucesivos más piezas de la época, no en vano se trataba de una ruta comercial romana que llegaba al muelle de Pontecesures.

A la vez se realizaron estudios topográficos y se usaron cartas geográficas que, según Ramón Patiño, definen el punto exacto en el que se encuentra el pecio romano.

"Hemos visto fotos aéreas de distintas épocas y comprombamos que un lombo de arena permanecía fijo siempre en un mismo punto cuando lo normal es que estén en movimiento. O bien se trata de arena sobre una gran roca marina o es ahí donde se encuentra el barco que ancla ese túmulo arenoso", explica con total convicción Ramón Patiño.

Asimismo, los técnicos de este grupo del Museo de Pontevedra comprobaron que todas las piezas encontradas hasta aquel momento procedían de la misma zona. "El estudio de dispersión de las piezas también nos señalaban la procedencia", agrega.

Todas estas conclusiones, sin duda, van a facilitar la tarea que ahora llevarán los expertos contratados por el Parque das Illas Atlánticas que finalmente serán los encargados de poner en valor los importantes hallazgos que se esperan.

Con ello se podrá completar un intenso trabajo que llevó a cabo aquel grupo incipiente de investigadores que tuvieron que cesar en su investigación por falta de medios materiales y técnicos. Y es que el trabajo no sólo era costoso, sino muy complejo por falta de medios materiales. "Sólo pensar en que la recarga de las bombonas de oxígeno era en Vigo da una idea de las dificultades con que nos encontrábamos", recuerda ahora Patiño.