Elías Castro García tiene hoy 63 años. En su día, llegó a ser concejal con Jorge Domínguez cuando éste concurría a las elecciones bajo las siglas de Independentes de Meaño, pero dejó ese mundillo hace tiempo. Desde hace unos años reconvirtió el garaje de su vivienda, sita en el barrio de Pereiras, nº 7, en un pequeño loureiro –como a él le gusta llamar en detrimento del término "furancho"– que regenta durante siete meses al año, tiempo aproximado que tarda en vender su excedente de vino albariño "y algún catalán blanco". Luego echa el cierre, lo que esta campaña prevé que ocurra también a mediados de junio en espera de recoger una nueva cosecha de buen vino para agradar a los paladares de amigos y clientes.

–Antes de nada, ¿furancho a loureiro?

–Particularmente me gusta más lo de loureiro, es el término empleado aquí, lo de furancho viene de otras zonas.

–¿Cómo se le dio a usted por abrir un loureiro?

–Fue hace tres o cuatro años, cuando aquella cosecha en que hubo mucha producción y la uva albariña la pagaban a 60 céntimos. De aquella me dije: yo no trabajo para los ricos, trabajo para sostenerme yo y mi familia, pero no para que, a costa de mi trabajo y de tirar el precio de uva, los ricos se hagan cada vez más ricos. Porque lo de la uva es de escándalo, es el único producto que conozca que cuando lo vendes no sabes a como te lo van a pagar; te dicen: "a como lo paguen todos" y se quedan tan panchos. A 60 céntimos como se llegó a pagar aquel año, el viticultor perdía dinero. Y lo peor es que al viticultor no hay quien lo defienda. De esa me dije: hago el vino, se bebe en casa, y el excedente que sobre, que sobrará, abro un loureiro y trato de sacarlo.

–¿Y como recibió esta semana la noticia de que la Xunta iba a obligar a los loureiros a disponer de licencia de bar y que pagasen como tales, aunque luego se matizó y parece que hubo una marcha atrás?

–Sí, por lo que yo sé se dijo una cosa un día y al siguiente casi la contraria. Ver lo veo mal, en lo que se refiere al loureiro tradicional, otra cosa son algunos locales que a lo mejor se exceden. Ojo, que yo soy partidario de que haya una normativa y un control sobre los loureiros como tales ¿por qué no?, pero que ese control lo realicen los concellos y no la Xunta porque son los concellos los que conocen la realidad inmediata del rural y éste es un fenómeno del rural. Y que incluso tuviéramos que pagar una tasa por cada litro de vino vendido, lo veo bien, pero siempre que ese dinero que se aporte vaya al concello y revierta en obras en nuestro propio municipio.

–¿Cuánto vino vende en su loureiro?

-Unos 3.000 litros.

–¿Todo albariño?

–Sí, prácticamente, también algo de catalán blanco, que hay quien lo llama corinto, unos 500 litros, que es además un vino que no está reglado y hoy ya, legalmente, no se puede vender en hostelería, para los que gusten de él sólo cabe encontrarlo en loureiros.

–¿Permanece abierto todo el año?

–No, lo que dure la venta del excedente. Generalmente abro en diciembre cuando hay vino nuevo y suelo cerrar a mediados de junio. El local abre un par de horas a diario, alguna hora más si cabe los fines de semana.

–¿Y da comidas?

-No, aquí sólo se vende vino en jarra y por taza. Se acompaña con un pincho de tortilla, queso, empanada… pero que se sirve gratis. A lo sumo, si alguien te lo pide de favor y mi señora está se le fríe un par de huevos, o alguna cosa que haya por la cocina de casa, no más, no es nuestra intención ni queremos más trabajo.

–Pero usted es consciente de que hay loureiros que se extralimitan ¿no?

-Yo no sé lo que harán otros, sé lo que hago yo, y en eso tengo claro el espíritu del local. Es cierto que todos sabemos que hay algunos loureiros que dan comidas, incluso se habla de que venden vino de otras cosechas o compran uva para disponer de más vino y estar abiertos todo el año… pero son una minoría, ocurre también en otros ramos, lo que está ocurriendo es que se habla porque llaman más la atención, pero la mayoría de los loureiros son locales muy tradicionales que están a lo que deben estar.