El incendio registrado hace un mes en Cordelería J.J. Chicolino ha dejado seriamente tocadas las arcas de esta empresa familiar, que cifra la pérdida patrimonial sufrida en ocho millones de euros.

Es un dinero nada fácil de recuperar, ni siquiera con apoyo de subvenciones oficiales ni con ayuda de los planes de financiación bancarios, y mucho menos en los tiempos de crisis actuales.

Cumplido un mes del siniestro, y cuando ya se ha retomado parcialmente la actividad en esta cordelería arousana –asentada en el Concello de Boiro–, no cabe duda de que la vuelta a la plena normalidad se vislumbra a más largo plazo, por lo que incluso el Expediente de Regulación de Empleo temporal podría ir más allá de las intenciones iniciales de la familia Chicolino, que pretende recuperar la actividad fabril poco a poco, pero en este mismo año.

Las cuentas son, en este momento, muy difíciles de cuadrar, aún con las indemnizaciones del seguro y el material que se haya podido recuperar en el siniestro o con los planes de apoyo que procedan de la Administración pública, y que ésta ha prometido.

Ayudas insuficientes

Jorge Fajardo, portavoz de la empresa, se muestra ahora mucho más pesimista que en los momentos posteriores al siniestro. "Veo que no se puede ir tan deprisa como pretendíamos y que las ayudas a las que podemos acceder son bastante escasas, en relación con la pérdida patrimonial que hemos sufrido", esgrime.

"La Xunta tiene varias líneas de financiación pero cubre muy poca cantidad", añade Fajardo, quien reconoce que la Administración autonómica le ha ofrecido el máximo apoyo. Sin embargo, es de destacar que estas ayudas procedentes del sector público son mayores si la empresa decide reconstruir las instalaciones arrasadas hace un mes que si opta por una nueva edificación.

30 años de trabajo

Hechos los primeros balances se comprueba que el daño causado por el fuego ha sido espectacular, pues ardieron tres décadas de trabajo de "una familia emprendedora", como la definió el propio presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, en su visita a la zona del siniestro.

"Estamos en una situación muy difícil para afrontar inversiones", explica Jorge Fajardo, quien reconoce que "los recursos con los que contamos son insuficientes para trabajar de una forma normal".

No obstante, hay que tener en cuenta que Chicolino dispone de otra nave, ésta en el polígono empresarial de Espiñeira, donde se trabaja al máximo rendimiento en los proyectos de comercialización de productos.

"Lo más importante ahora es atender a los clientes, en la medida de nuestras posibilidades", explica el portavoz de la empresa, que además es hijo de Juan José Fajardo.

En la actualidad ya están sirviendo a sus clientes las cajas de madera para el envasado de los productos, especialmente mejillón, y planean que a mediados de noviembre puedan distribuir las redes que se utilizan en el "encordado" del molusco en las bateas de cultivo. Si todo marcha bien podrían vender las cuerdas de mejillón a finales del mes que viene.

Es de destacar, asimismo, el hecho de que la empresa ya ha comenzado también a buscar nueva maquinaria, a la vez que envió a reparar alguna que se salvó de la quema, con el fin de tenerla disponible el día en que se pueda reanudar la actividad con la mayor normalidad.

Lo que todavía sigue como hace un mes es el terreno en el que se produjo el grave siniestro del pasado 24 de septiembre, en el lugar de Vilariño y justo al lado de la autovía de Barbanza.

A estas alturas los responsables de Cordelería Chicolino todavía no pudieron ordenar el desescombro del terreno, debido a la lentitud que entrañan este tipo de procesos.

"De momento no se puede tocar el solar y, por tanto, aún está pendiente el desescombro", explica Fajardo, si bien se esperaba que estas tareas ya hubieran concluido a estas alturas.

Cabe recordar que la limpieza del solar de la fábrica química Brenntag, que sufrió un accidente similar en Caldas y afectó al río Umia, se realizó con mucha mayor celeridad, si bien la empresa ya no volvió a asentarse en los terrenos de Caldas de Reis.

La fábrica de Boiro que ardió hace un mes, al parecer como consecuencia de la chispa de un soplete, sigue convertida en un amasijo de hierros, hormigón y ceniza, aunque los esfuerzos que desde el primer día ha realizado la empresa para recuperar la actividad siguen su curso, tal y como ayer explicaba también Juan José Fajardo, propietario de la cordelería.

La intención de este grupo es utilizar incluso una nave de lona que se salvó de las llamas, aunque lógicamente esa infraestructura no es la más indicada para permitir una recuperación total de la actividad.

"Lo que estamos haciendo es dar los primeros pasos, pero aún queda un largo trecho por recorrer", confiesa Juan José Fajardo, que aún parece conmocionado por la catástrofe vivida por su empresa y que sigue aferrándose a las promesas de ayuda realizadas por la Administración.

"No está siendo fácil, pero vamos a intentar salir a flote como sea", sentencia el conocido empresario arousano, de la no menos conocida familia Chicolino.