Cuando en junio, los técnicos del Consello Regulador pronosticaron que la cosecha de albariño iba a rondar los 22 millones de kilogramos no se equivocaron ni un ápice. En estos momentos se puede dar por concluida la vendimia de 2009 y apenas quedan 300.000 kilos para que se cumpla con exactitud matemática, aunque esa cifra se puede llegar a alcanzar en los próximos días cuando se recojan los racimos que todavía hay en las parras y vides de las cinco subzonas.

"Quedan los últimos retazos de tinto y para la elaboración de especiales, así como las uvas más tardías", explica Ramón Huidobro, gerente de la Denominación.

Lo que sí se ha conseguido es una cosecha excelente a falta de que la uva fermente y se pueda establecer la calidad del vino, pero para ello deberá concluir todo el proceso de elaboración que se prolongará durante al menos otros dos meses más.

Al final, el buen tiempo influyó sobremanera en la buena maduración de una uva cuya apariencia higiénico-sanitaria ha satisfecho a cultivadores, bodegueros y cooperativas de las cinco subzonas de Rías Baixas.

Los cálculos estimativos realizados hace cuatro meses se realizaron atendiendo a las peculiaridades de las cinco subzonas en las que se cultivan las distintas variedades de albariño, a saber: O Salnés, Ulla, Soutomaior, Condado y O Rosal.

Muchos han sido los factores analizados para determinar la producción final. Los técnicos del Consello y de las bodegas hicieron el cálculo atendiendo a criterios como el pesaje del racimo, el cuenteo de racimos por fecha, la situación de cada uno dentro de la plantación (si están en el interior o el exterior) y la extensión de la plantación "porque no es lo mismo una gran plantación en la que se usan tractores y maquinaria pesada que una pequeña en la que las tareas suelen ser manuales", como explica el gerente de la Denominación.

Influye también en la producción el hecho de que la vid esté colocada en parras o espalderas, si bien en Rías Baixas es el primer procedimiento el más común.

Lo que sí quedó claro es que este año, los viticultores han tenido mucha suerte con el tiempo, a pesar de que hubo bastante pesimismo en los primeros meses.

Dos momentos resultaron especialmente positivos para la vendimia en el aspecto meteorológico. De una parte, el sol benefició la floración y la conversión en fruto durante la segunda quincena de mayo y la primera de junio; y, de otra, el calor que se registró en los meses de agosto y septiembre que contribuyeron a la mejor maduración de la uva.

Los racimos también adquirieron un buen tamaño, pues en su mayor parte lograron el aspecto de una piña, aunque los hubo mucho más grandes.

Con ello se consiguió una cosecha que va a dar muy buen rendimiento a los viticultores en esta campaña, pese a que las cepas no han sido tan generosas como en 2006 cuando en O Salnés se lograron recoger más de treinta millones de kilogramos.

De todos modos es de subrayar que aquel año fue excepcional, en especial si se tiene en cuenta que cuadruplicó la producción del año 2000, en que la cosecha apenas superó los ocho millones de kilos.

Bien es cierto que en la última década han aumentado el número de bodegas en la Denominación y, consecuentemente, las hectáreas plantadas. Se estima que son más de doscientas las firmas vitivinícolas existentes que recogen la uva de unas 3.500 hectáreas. La tecnificación también ayudó a estos datos.