Los puertos son la ventana de las ciudades al mar, su conexión al mundo y fuente de historia y desarrollo desde sus orígenes. El océano ha sido fuente de inspiraciones y leyendas, pero, sobre todo, de negocios importantes a lo largo de los siglos. Y lo siguen siendo. La muestra es que, por mucho que el transporte y el comercio se reinvente, las ciudades con puerto siguen partiendo con ventaja para competir en el mundo global.

Para cuando el ferrocarril llegó a Carril (entonces Ayuntamiento Constitucional) el día 15 de septiembre de 1873 procedente de la localidad santiaguesa de Cornes (con la que fue la primera línea de tren de Galicia), el Puerto comercial llevaba funcionando ya unos cuantos años. El proyecto de esta estructura original fue redactado en 1857 y la obra se terminó en 1866, convirtiendo Carril en un punto de frenética actividad.

Gracias a la unión del puerto con las vías, el desarrollo de Carril y Vilagarcía toma gran velocidad, y con ellos el de la rada. Tanto crece todo que en el año 1878 comienza a redactarse el proyecto del muelle embarcadero de Vilagarcía, obra “de 400 metros de longitud, con avenida en rampa, y viaducto y cabeza de estructura metálica y tablero de piso de madera” que se concluye en 1893.

Es así, a raíz de esta gran obra, como Vilagarcía comienza a ganar importancia restándosela al histórico Carril. Por el puerto arousano salía ganado, cereal, y, sobre todo, muchos de los emigrantes que buscaban hacer las Américas. Por él entraron las influencias inglesas de la villa, dinero y riquezas y, sobre todo, el fútbol. Ese deporte por el que Vilagarcía se disputa con Huelva el ser la ciudad que primero dio patadas a un balón en España.

Con el siglo XX se construye el muelle de O Ramal, que contaba ya con conexión al ferrocarril. El tráfico de mercancías se centra pues en este punto de la ría, motivado también por las grandes grúas a vapor que se instalan en O Ramal, y que facilitan la carga y descarga de los buques. Poco después, en la segunda década del siglo, se construye el dique de abrigo, dos nuevos muelles y la carretera de acceso, con lo que el puerto llega a su límite. Aunque sólo hasta que se decidió ganarle terreno al mar.

Las nuevas reformas, ya sobre la ría, se encuentran con un obstáculo importante, las dificultades económicas de las décadas de los 30 y 40, marcadas sin duda por la Guerra Civil. A mitad de siglo, las obras de mejora están casi terminadas “con la ampliación de muelles, sustituciones, rellenos y nuevos viales” como bien explica el historiador local Manuel Villaronga en su libro sobre la rada vilagarciana. La actuación más destacada es la sustitución del muelle de hierro en O Ramal por el de hormigón lo que, unido a una ampliación que se produce poco después, le dan más o menos su actual apariencia.

Así, la evolución del puerto cambió radicalmente la fisionomía de Vilagarcía, su entorno, y hasta la propia ría de Arousa. El impacto paisajístico y medioambiental de rellenos y diques ha quedado patente en más de una ocasión, pero son muchos los que lo defienden por sus también incuestionables beneficios económicos.

En los últimos años, el puerto de Vilagarcía ha vivido otra gran remodelación que ha apostado por el tráfico de mercancías a la vez que intenta mantener un espacio para la navegación deportiva y el turismo. Las ampliaciones y rellenos del muelle de Ferrazo -con la terminal de contenedores que funciona desde hace menos de un año- así como el proyecto de remodelación del puerto deportivo y el del muelle de O Ramal -que se convertirá, según los actuales planes, en una gran superficie comercial- planean sobre el futuro del puerto y de la propia ciudad.

Las reformas han tenido siempre sus detractores e incluso, como en el caso de los depósitos de Ferrazo, cuentan con una sentencia judicial en contra. Pero el puerto busca seguir creciendo poniendo en tela de juicio su sostenibilidad, y a pesar de que la terminal de contenedores parece no tener los resultados esperados. Lo seguro es que la relación entre la ciudad y su puerto promete muchos más capítulos interesantes.

El superpuerto que se quedó en nada

En los 60 planeó sobre Vilagarcía uno de esos proyectos que, vistos desde la distancia, suenan más que estrafalarios. La sociedad promotora Iberport presentó en 1969 ante la Dirección General de Puertos un proyecto para un superpuerto en Arousa que uniría con un dique la zona de O Terrón en Vilanova y A Illa, siguiendo la línea del puente actual. De esta gran dique saldrían cuatro pantalanes de enormes dimensiones, completando la estructura con un relleno en O Bao, en donde se colocarían dos grandes depósitos para productos petrolíferos.

La idea alcanzó incluso la Comisión Interministerial, que le dio el visto bueno a la misma aunque rechazando el tráfico de graneles líquidos, es decir, de todo tipo de crudos. Este último aspecto recortó la ya escasa viabilidad económica del macroproyecto, haciendo que las autoridades, poco a poco, se olvidasen de él.

Todavía seguiría en la opinión pública durante años, y las intenciones de crear este superpuerto colearían hasta 1977, cuando el ministro Calvo Sotelo zanja el asunto, priorizando la mejora de los muchos puertos de Arousa por encima de este costoso proyecto.