Hablar de Bamio estos días era referirse a una situación polémica o, al menos, singular. Pero la tradición, la religión y la fiesta popular, no se vinieron abajo y ganaron importancia en medio de las aguas revueltas. Y fue entonces cuando un patrón y poco más de cien personas pasaron a centrar todas las miradas.

Bamio celebró ayer su misa y su procesión alrededor de la capilla de san Xoán -origen, centro y solución- tal y como se recordaba siempre, con gaitas, fuegos, y a ritmo del himno del antiguo Reino de Galicia.

Las llaves de la capilla de san Xoán levantaron las desavenencias entre el párroco y el pueblo. El primero las quería y el segundo no se las daba. Para san Xoán también estalló el conflicto, y el padre se negó a oficiar la ceremonia como protesta. Y en la capilla acabó todo de nuevo, con un párroco llegado especialmente de Madrid y que, a sus 82 años, tuvo que apaciguar las voces de una comisión de fiestas que lideró la particular protesta popular.

Mientras tanto, los santos Xinés, Antonio y Xoán, todos venerados en Bamio, miraban atónitos a sus feligreses, y si fuesen algo más que imágenes puede que se estuviesen preguntando el por qué de tanto revuelo. Total, allí estaban cura, rosquilleiras, comisión de fiestas, barra de bar improvisada en la que se despachaban hasta cubalibres y niños con sus petardos. Todo tal y como ha sido siempre, como marca la tradición de la fiesta gallega.