Nos hemos ocupado en varias ocasiones de la situación económica de Vigo y su "hinterland" a la sombra de sus precarias dotaciones en equipamientos e infraestructuras, imprescindibles para consolidar el progreso del sur de Galicia como parte fundamental de la economía gallega. Si ahora se confirman las informaciones que publica la prensa regional, el sur de Galicia, con Vigo como cabecera y su entronque ferroviario con el norte portugués, va a quedar seriamente desplazado y la movilidad de bienes y personas limitada para competir en los mercados exteriores, cada día más alejados en el tiempo y en el espacio. Arrinconado sobre la bahía, Vigo será el "culo de saco" del territorio regional.

El primer planteamiento del AVE gallego contemplaba un trayecto en "L" -A Coruña, Vigo, Ourense- que la presidencia de la Xunta comunicó con general beneplácito. Se trataba del mejor recorrido para alcanzar la máxima rentabilidad y el de mayor atractivo para los operadores futuros, porque la mayor demanda está en Vigo y provincia. Desde Vigo, tanto la UGT ferroviaria como estamentos políticos y económicos, acogieron el proyecto favorablemente pero con posterioridad el ministro del ramo, a quien la Xunta premió con su máxima distinción, se sacó de la manga la alternativa Santiago- Ourense que en Vigo cogió a la mayoría con el pie cambiado. Bajo la amenaza de tener que subir a Santiago para tomar el verdadero AVE, las fuerzas olívicas representativas, sindicato incluido, se plegaron a una variante de entronque en Cerdedo vía Pontevedra. Esta mala solución, que algunos entonces denunciamos como inaceptable, corre ahora también peligro y si Dios no lo remedia la provincia de Pontevedra, con Vigo como demandante principal, tendrá que llegar a Santiago para tomar el AVE y de paso pedir la absolución del Patrón sabido por tanta ineficacia. Porque además ahora también se admite, en contra de tanta engañosa política, que el nuevo tren entre A Coruña y Vigo no será de alta velocidad. No será un AVE al uso. Mejorará el recorrido actual, pero no alcanzará medias superiores a los 200 km./hora.

El Ministerio de Fomento acaba de descubrir con disimulada sorpresa la difícil orografía entre Ourense y Lubián, lo que presagia que este trayecto se limitará, en función de las inversiones que requiere, al perfeccionamiento del trazado actual manteniendo radios que nunca permitirán las velocidades de un auténtico AVE. Contrasta esta posible limitación con la obra pública realizada en el trazado a Cataluña, que en su cruce del Sistema Ibérico ha requerido más túneles, puentes y viaductos que los que exigiría un nuevo trazado entre Lubián y Orense. Ni Plan Galicia ni "farrapo de gaita". Antes y ahora seguimos en la impotencia secular.

Cualquiera que sea el gobierno de la Xunta, antes y ahora, continuamos a la cola de las inversiones estatales determinantes del progreso que, si algún día llega, lo hará tarde y mal. Seguimos perdidos entre gestos y proyectos vacíos tras los que se esconde nuestra debilidad. En vez de tanta elucubración literaria sobre nuestros ancestros, sería de gran interés estudiar de dónde viene nuestra ineficacia política, nuestra falta de cohesión como país, nuestra precaria conciencia de pueblo unido en una tarea colectiva común, para tratar de corregir tantas carencias. ¿Se encontrará en la constreñida limitación territorial del castro celta o en los breves horizontes de la parroquia romana que han trascendido y prevalecen en la introvertida sociedad gallega? La postergación comparativa de Galicia es evidente y la convergencia real nunca llega porque padecemos clases políticas subordinadas a las cúpulas partidarias y un localismo demoledor que bien pudiera traer causa de la configuración parroquial de nuestros orígenes.

El ferrocarril de alta velocidad, es decir el AVE moderno y veloz que nunca llegará a Vigo, acaba de hacerlo a Tarragona y está ya a las puertas de Málaga y Granada. Desde Medina del Campo subirá a Valladolid, continuará al País Vasco y conectará León con Asturias para beneficio de los puertos cantábricos. La fachada atlántica de Galicia seguirá esperando. Como ocurrió en el siglo XIX seremos el último territorio en contar con línea férrea moderna y si entonces llegó con retraso y marcha de carromato, en la versión de alta velocidad que se anuncia seguiremos discriminados, en prestaciones y tiempos, comparativamente con las nuevas líneas nacionales.

Son muchas las amenazas que se ciernen sobre Vigo. Los reajustes que la nueva presidencia de PSA Citroën trae bajo el brazo para reducir gastos de todo tipo, pueden afectar, aunque deseamos mínimos, a la instalación viguesa y a la industria auxiliar complementaria. La actividad pesquera se mantiene en aguas lejanas con dificultades crecientes y la construcción comienza a resentirse entre planes controvertidos y una nueva coyuntura de lenta demanda. Se trata de pilares fundamentales de la economía viguesa que es necesario contemplar y propiciar la concentración tras economías de escala competitivas así como la más amplia diversificación de la actividad en general.

En esta ocasión el mal llamado AVE, que llegará a Galicia cuando llegue, no lo hará a Vigo según denuncia la UGT. Por lo tanto el puerto vigués y su zona de influencia perderán competitividad ferroviaria, con todas las connotaciones de atraso que se deriven sobre todos los sectores económicos. La fachada atlántica quedará dividida por el paralelo de Santiago, marginando los puertos del sur en favor de los del norte que ultiman nuevos emplazamientos exteriores y gozarán de enlaces ferroviarios más modernos.

Ha llegado el momento de tomar conciencia ciudadana para defender Vigo y cuanto ha representado para Galicia. Si la actuación de nuestra sociedad, tanto política como económica y social, organizaciones económicas, financieras, empresariales y corporativas, instituciones relevantes como Autoridad Portuaria y Zona Franca -que tanto les va en el empeño-, municipio y partidos políticos, foros y clubes de opinión, se van a limitar a las inútiles y habituales comparecencias mediáticas de protesta con acuerdos plenarios hasta ahora tan unánimes como ineficaces, la partida estará definitivamente perdida. Aunque no falte quien considere una exageración mi advertencia, desde mi larga experiencia profesional afirmo que el potencial económico de Vigo está seriamente amenazado. Si el cuerpo social y político, Xunta incluida, no toma conciencia de la gravedad del momento, sólo la acción ciudadana puede protagonizar la defensa pacífica y democrática del área viguesa y remedando al Alcalde de Móstoles hacer un llamamiento de alarma: ¡Vigo está en peligro! ¡Vigueses acudid a salvarlo!