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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Porvenir de la República catalana

El presidente interino de la Generalitat, Quim Torra, se personó en las cárceles madrileñas de Alcalá-Meco, Soto del Real y Estremera para entrevistarse con los dirigentes secesionistas allí recluidos en régimen de prisión preventiva por orden del juez del Tribunal Supremo señor Llarena. A la entrada fue saludado por la Guardia Civil como autoridad del Estado que es tras su nombramiento y toma de posesión. Y a la salida, rodeado de micrófonos, se mostró especialmente compungido, y no paraba de repetir "no puede ser, no puede ser" mientras rogaba al Gobierno y al juez que pusiera en libertad a una "gente de paz que no había cometido otro delito que haber intentado que el pueblo de Cataluña pudiera decidir su futuro".

Luego, antes de reintegrarse al confortable interior del coche oficial, insistió en la necesidad de diálogo para resolver el conflicto. Comprendo su perturbación. Cualquiera que haya estado en el interior de una cárcel, aunque solo sea de visita, percibe inmediatamente la sensación angustiosa de haber sido separado del mundo que merece la pena vivir por una fuerza insuperable e indiferente a las ansias de libertad de los allí recluidos. "Todo lo que sabemos nosotros, los presos -escribía Oscar Wilde en La balada de la cárcel de Reading- es que el muro es sólido y que cada día es como un año, un año cuyos días son largos". Supongo que el señor Torra habrá experimentado sentimientos parecidos y hasta es posible que haya hecho una breve reflexión sobre la abismal diferencia que existe entre la fortaleza del viejo Estado español y la de la non nata República catalana. Y también sobre las crecientes dificultades con las que va a tropezar su mandato interino a poco que insista en el desafío siguiendo las directrices que le marca el señor Puigdemont desde su exilio europeo. Desde que fueron rescatados, para general conocimiento, sus escritos de incuestionable tinte xenófobo sobre la ciudadanía española, su papel como interlocutor con el gobierno del Estado quedó completamente devaluado. Y de nada están sirviendo los esfuerzos de su aparato de propaganda para presentarlo ante la opinión pública como un intelectual ingenioso dotado de fina ironía. Un intelectual que se dice admirador de dos de los más grandes periodistas catalanes del siglo pasado como Eugenio Xammar y Josep Pla. Un paralelismo que el que esto firma (lector asiduo de ambos) no ve por ninguna parte. En ninguno de los textos de Xammar ("el hombre más inteligente que dio España en el siglo XX", según el coruñés Salvador de Madariaga) figura nada que pueda parecerse a las barbaridades que escribe el señor Torra. Y en los de su buen amigo Pla, que también lo tenía en altísima estima, pues tampoco.

Por cierto, que en su muy recomendable libro Madrid. El advenimiento de la República recoge Pla un divertido diálogo con el filósofo catalán Eugenio d´Ors que paso a reproducir parcialmente. D´Ors dirigiéndose a Pla: "Le voy a hacer dos profecías. Si la República es de derechas se mantendrá. Si la República es orteguiana, si la República es catalana, como tiene todo el aire de ser, se hundirá fatalmente". A fecha de hoy, la profecía también podría valer.

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