La coherencia puede estar sobrevalorada. Al menos en la forma en que por lo común la entendemos en la barra del bar e incluso en las conversaciones de pareja. Uno dice una cosa, revisa días o meses después su opinión y rápidamente se activa el olfato de otros para hacer sangre con la contradicción. Se atribuye a John Maynard keynes, el economista más influyente del siglo XX, una respuesta que, como también otras partes más sesudas de su pensamiento, permiten acomodar las opiniones y actitudes personales a la mutación de las circunstancias, revestir de lógica las incoherencias y enfrentarse a las hienas: " Cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión. Y ¿usted qué hace?"

Puede decirse que los hechos han cambiado para Irene Montero y Pablo Iglesias. Van a ser padres de gemelos y el sueldo de parlamentarios, más los ahorros del líder de Podemos -ha declarado 125.000 euros, en parte quizá ahorrados del macrosueldo de eurodiputado mientras lo fue y gracias a su ascetismo de consumidor de camisas de Alcampo- les dan para comprarse un chalé de 600.000 euros en la Sierra de Madrid, con piscina e hipoteca a un privilegiado euribor más 0,5% (esto es, al 0,3% de interés, considerando que el euribor está en negativo). El mesías del nuevo igualitarismo español, el político que evocó la Comuna de París llamando desde el atril del Congreso a "tomar el cielo por asalto", ha elegido para su familia una morada más que burguesa, aristocrática en los tiempos que corren.

Si Pablo Iglesias fuera keynesiano podría intentar justificarse con el ardid de la variación de los hechos. Pero es marxista, y dicen que lo es además en la acerada versión leninista del pensamiento de Karl Marx. Tiene difícil encaje el chalé de los Iglesias-Montero en la doctrina que proclama la colectivización de los medios de producción y el finiquito a la propiedad privada, aunque quizá alguien pueda ver concomitancias con las dachas de las élites de la "nomenklatura" soviética en las décadas infames de la eufemística "dictadura del proletariado". Sí hay cierta coherencia de los Iglesias-Montero con la vida de Marx y de Lenin. El autor de "El capital", hijo de un abogado de Tréveris (Alemania) que hoy sería considerado burgués, tuvo grandes problemas económicos durante toda su vida, fruto en parte de la hostilidad hacia su labor intelectual y política, que le convirtió en un ápatrida de exilio en exilio, aunque también por su aversión a compaginarlo con un trabajo más convencional y estable y, asimismo, por su inclinación a hábitos de vida típicamente burgueses: aún sin más ingresos muchas veces que la ayuda que recibía de su amigo Friedrich Engels (más bien de su padre sin saberlo éste, propietario de una empresa capitalista dedicada al comercio de algodón), insistió en matricular a sus hijas en caros colegios de señoritas. En vida tuvo menos fortuna económica que el tambien exiliado profesional Lenin, que mejoró su posición tras recibir alguna herencia, una de esas instituciones cuya erradicación defendían Marx y Engels en el "Manifiesto comunista" (1848).

Visto así, el político-intelectual que es Pablo Iglesias puede encontrar en algunas de sus principales referencias aliento para explicarse, siquiera a sí mismo y a los más devotos de los suyos, la aparente contradicción del chalé. Pero no hay argumentos en sus lecturas y creencias para cerrar el mayor de los frentes que dinamita la coherencia de la pareja que lidera la nueva izquierda española: comprarse una casa de 600.000 euros después de haber afirmado que el entonces ministro de Economía Luis de Guindos estaba deslegitimado para serlo por haber adquirido un ático del mismo precio en Madrid. Lo que no vale para De Guindos vale para Iglesias. Una hipotética versión asturiana sería esta: El diputado Daniel Ripa, en ocasiones combativo en la Junta General con la residencia del presidente del Principado, podría vivir en un chalé en Somió, pero que lo haga el socialista Javier Fernández es censurable.

Puestos a hablar de coherencia y quizá también de convicciones personales, resulta más congruente que el neoliberal Luis de Guindos se compre un ático de lujo, aunque sea para especular, con el dinero que ganó trabajando por sueldos astronómicos para bancos como Lehman Brothers, que un marxista pagándose un chalé exclusivo con el salario de parlamentario, que sale del pueblo. Poco que ver con las casas del pueblo del tocayo fundador del PSOE Pablo Iglesias, también marxista y mucho más coherente.