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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

Sanciones universales

En consonancia con el papel de justiciero universal que constantemente se atribuye gracias a su fuerza militar, Estados Unidos se arroga también el derecho a imponer sanciones a empresas y bancos de terceros países. Baste con que operen también en Estados Unidos, para que la superpotencia no les dé otra alternativa que la de no violar las sanciones que tan arbitrariamente aplica a los regímenes que no son de su agrado.

Lo hemos visto repetidamente en el pasado, pero con el actual ocupante de la Casa Blanca, el soberbio Donald Trump, a quien los supuestos aliados parece importarles una higa, la cosa amenaza con causar un gravísimo daño a las relaciones transatlánticas. Estados Unidos son en efecto el único país del planeta en aplicar lo que algunos llaman "sanciones secundarias", es decir a empresas de terceros países, y hasta ahora sus amenazas le han dado siempre resultado.

Tras decidir retirarse del acuerdo multilateral firmado con Irán por su predecesor, Barack Obama, al que detesta, Trump ha decidido imponer un boicot a ese país islámico y castigar a quienes negocien con un régimen al que acusa arbitrariamente de incumplir aquel documento y fomentar el terrorismo internacional. Haciendo más caso a los enemigos jurados de Irán, el Estado judío y la sunita Arabia Saudí, que a sus aliados, que le aconsejaban prudencia, Trump amenaza ahora a empresas europeas tan importantes como Airbus, las alemanas BASF y Siemens,o las francesas PSA-Peugeot-Citroën, Renault o Total, por citar solo a algunas.

De ahí la enorme irritación que su decisión unilateral ha provocado en el presidente francés y la canciller alemana, que se habían esforzado últimamente con sendas visitas a Washington en disuadirle de que tomara una decisión tan lesiva tanto para los intereses comerciales europeos, como para la paz en Oriente Próximo. Y es que además las relaciones comerciales y económicas de Estados Unidos con Irán son prácticamente inexistentes debido a las sanciones anteriores mientras que los europeos habían comenzado a desarrollar allí importantes operaciones.

Es decir que, como escribe en un editorial el "Frankfurter Allgemeine Zeitung", serán "las empresas no estadounidenses las que sufran las consecuencias de la ruptura por EE UU de un pacto que ese país había firmado. Y eso no puede ser".

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