Ese es el lema elegido por el papa para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que celebra la Iglesia en la festividad de la Ascensión, el domingo día 13 de mayo.

Somos conscientes de que estamos metidos en un sistema de comunicación cada vez más veloz en el que el fenómeno de las noticias falsas, las llamadas "fake news", nos invaden a diario como algas en el mar de la comunicación o lianas en el bosque de las informaciones. Es este un tema muy debatido y preocupante en la actualidad que llama a la reflexión y no solo a los estudiosos del complejo mundo de la comunicación. Por eso, dice el Papa, "quisiera ofrecer una aportación al esfuerzo común para prevenir la difusión de las noticias falsas, y para redescubrir el valor de la profesión periodística y la responsabilidad personal de cada uno en la comunicación de la verdad".

El mismo papa en su mensaje de este año -cuya lectura recomiendo para todos pero especialmente para los profesionales de la comunicación- se entretiene en explicar a qué se refiere o qué abarca el término fake news. Es "la desinformación difundida online o en los medios de comunicación tradicionales. Esta expresión se refiere, por tanto, a informaciones infundadas, basadas en datos inexistentes o distorsionados, que tienen como finalidad engañar o incluso manipular al lector para alcanzar determinados objetivos, influenciar las decisiones políticas u obtener ganancias económicas". Destaca el papa, como hacen los estudiosos del asunto, que la eficacia de las fake news o noticias falsas es el mimetismo de que están dotadas, pues imitan o se disfrazan de verosímiles y plausibles y resultan "hábiles para capturar la atención de los destinatarios poniendo el acento en estereotipos y prejuicios extendidos dentro de un tejido social, y se apoyan en emociones fáciles de suscitar, como el ansia, el desprecio, la rabia y la frustración..." Su difusión suele contar con el uso manipulador que se garantiza y multiplica en las redes sociales, de modo que el falso e interesado contenido que se transmite, a pesar de carecer de fundamento real, obtiene una visibilidad y presencia tal que incluso los posteriores desmentidos oficiales difícilmente consiguen apagar lo divulgado.

"Ninguno de nosotros puede eximirse de la responsabilidad de hacer frente a estas falsedades", añade el papa, invitando a los poderes públicos, a las instancias educativas, a los medios de comunicación de prestigio y a las familias a educar a los jóvenes en la responsabilidad en el uso de las nuevas tecnologías y en el sentido crítico que debe caracterizar a los lectores maduros en esta sociedad de la comunicación. No se puede reenviar o rebotar un correo o un mensaje que no nos consta que sea una verdad o una información correcta y contrastada. "Por eso son loables las iniciativas educativas que permiten aprender a leer y valorar el contexto comunicativo, y enseñan a no ser divulgadores inconscientes de la desinformación, sino activos en su desvelamiento", dice el papa Francisco.

La continua contaminación que sufrimos a través de lenguajes engañosos termina por ofuscar la interioridad de muchas personas, que así conviven en medio de un caos en el que nada les resulta claro; y esa oscuridad o nebulosa personal con el tiempo acaba incluso por no importarles y se le pega, cual camisa, a su tibia desidia de vivir. Cita papa Francisco en su mensaje una reflexión de Dostoyevski que me resisto a no transcribir: "Quien se miente a sí mismo y escucha sus propias mentiras, llega al punto de no poder distinguir la verdad, ni dentro de sí mismo ni en torno a sí, y de este modo comienza a perder el respeto a sí mismo y a los demás. Luego, como ya no estima a nadie, deja también de amar, y para distraer el tedio que produce la falta de cariño y ocuparse en algo, se entrega a las pasiones y a los placeres más bajos; y por culpa de sus vicios, se hace como una bestia. Y todo esto deriva del continuo mentir a los demás y a sí mismo". ("Los hermanos Karamazov", II,2)

El mensaje papal es una llamada a la responsabilidad personal en la búsqueda y difusión de la verdad -¡la verdad os hará libres, recuerda!- y destaca que en ese sentido "quien tiene un compromiso especial es el que por su oficio tiene la responsabilidad de informar, es decir: el periodista, custodio de las noticias. Este, en el mundo contemporáneo, no realiza sólo un trabajo, sino una verdadera y propia misión. Tiene la tarea, en el frenesí de las noticias y en el torbellino de las primicias, de recordar que en el centro de la noticia no está la velocidad en darla y el impacto sobre las cifras de audiencia, sino las personas. Informar es formar, es involucrarse en la vida de las personas. Por eso la verificación de las fuentes y la custodia de la comunicación son verdaderos y propios procesos de desarrollo del bien que generan confianza y abren caminos de comunión y de paz"... Deseo dirigir un llamamiento a promover un periodismo de paz, sin entender con esta expresión un periodismo "buenista" que niegue la existencia de problemas graves y asuma tonos empalagosos. Me refiero, por el contrario, a un periodismo sin fingimientos, hostil a las falsedades, a eslóganes efectistas y a declaraciones altisonantes; un periodismo hecho por personas para personas, y que se comprende como servicio a todos, especialmente a aquellos -y son la mayoría en el mundo- que no tienen voz; un periodismo que no queme las noticias, sino que se esfuerce en buscar las causas reales de los conflictos, para favorecer la comprensión de sus raíces y su superación a través de la puesta en marcha de procesos virtuosos; un periodismo empeñado en indicar soluciones alternativas a la escalada del clamor y de la violencia verbal".

Gracias, Santo Padre, por otro mensaje suyo tan gratificante y clarificador.

*Sacerdote y periodista