En lenguas de género gramatical como el español o el gallego grandes series de palabras referidas a seres animados, especialmente humanos, distinguen el sexo por un morfema que se halla presente también en artículo, pronombres, y determinantes. Cuando no interesa destacar la distinción opera un mecanismo de neutralización de la misma que recae en el término no marcado de la oposición, el masculino.

Por ejemplo, "Hombre" que llega a lo impersonal en el francés "on parle", en el alemán "man spricht". Este mecanismo de neutralización opera con eficacia en muchos ámbitos de la lengua y es difícil imaginar sin él un funcionamiento económico, desambiguado y estético de la misma. Cualesquiera que hayan sido las razones históricas (o prehistóricas) de las elección del término no marcado es absurdo verla hoy como un machismo lingüístico que obstaculiza la "visibilidad de las mujeres, y que reflejaría "las condiciones patriarcales de la sociedad". La visibilidad del componente femenino de nuestras "sociedades no depende, claro está, de concordancias o neutralizaciones, la impone la presencia actual y masiva de la mujer en todas las actividades y sectores de la sociedad, en igualdad con el hombre. En las lenguas de clases nominales como muchas africanas, el problema no surge en este terreno al estar normalmente los seres humanos comprendidos en la misma clase, aunque hay lenguas, como el caucásico checheno que tienen un prefijo de clase para el hombre y Dios y otro para la mujer.

Como se ve, la igualdad de clase africana no tiene correspondencia con las posición de la mujer en esas sociedades. Como no la hay en el Cuerno de África donde se practica "la circuncisión faraónica" con ablación del clítoris e infibulación, al tiempo que en una importante lengua de la zona como el Afar el adjetivo numeral epíteto se pone en femenino o la secuencia numeral mas nombre impone la forma femenina del verbo. Sería ridículo hablar de feminismo lingüístico. Más relación con antiguas prácticas sociales tiene el vocabulario del matrimonio en el cual son frecuentes en lenguas de todo el mundo sintagmas "referidos a la mujer como 'dar en matrimonio','ir al hombre','tomar' y otros muchos que revelan un papel pasivo en el intercambio con el pago de la dote. Residuo histórico sobre el que no caben acciones voluntaristas e incluso opaco sino se reflexiona sobre él.

A pesar de la claridad de los argumentos muchas militantes feministas que actúan en política, seguidas por sus compañeros masculinos, temerosos de lo incorrecto político, nos abruman diariamente con retahílas cacofónicas de ambos términos de la oposición distintiva, concordancias en femenino, transformación de nombres de género común (portavoz) o de género epiceno (¡miembra!). Pensemos en una reivindicación masculina que nos regalara 'periodisto pantero'.

Me pregunto cómo una de estas feministas escribirán poesía o narrativa si no aplican la neutralización de distinciones o un libro de Biología: ¿Qué escribirán en lugar de "Museo del Hombre", "homínido", "homo sapiens", "homo erectus" , "los australopitecos" ... Según sus premisas, parece que no cabe mayor ocultación de la mujer. Mientras espero curioso la reescritura pseudofeminista de la evolución, cierro el sonido del televisor cuando los sánchez, iglesias, montero y "Tutti quanti"? empiezan con sus "inscritos e inscritas", "diputados y diputadas", Yo les recetaría para su dolencia lingüística tres meses de alejamiento de los platós televisivos, medicina de eficacia acreditada, no obstante el sencillo aparato.