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Antonio Touriño

El mirador de Lobeira

Antonio Touriño

La deuda que deja el turista

Como cualquier invasión, la turística siempre deja tras de sí tierra quemada con una factura de reparación a costa del bolsillo de los contribuyentes de O Salnés. No es menor el coste del agua que se les suministra, ni la atención médica en centros de salud y hospitales, o los destrozos en dunas o paraísos como el de Areoso, el dispositivo extraordinario de agentes de Tráfico, las dotaciones de vigilancia y un largo etcétera de servicios que implica el producto de multiplicar por tres o por cinco la población natural del territorio.

No cabe duda de que el turístico es un sector estratégico en la economía comarcal y local. O Grove, Cambados, A Illa o Sanxenxo están ansiosos de que llegue el mes de julio para llenar los establecimientos. Los ingresos de algunos hoteles, restaurantes y negocios de temporada crecen de forma exponencial, lo que repercute en su caja y en parte en el bolsillo de todos, pero sin cubrir otros gastos.

El turista tiene que empezar a darse cuenta de que cuando llega a O Salnés no solo tiene que cubrir los servicios que consume en el paquete que le ofreció la agencia de viajes. Eso sería lógico si no se moviera de dichas instalaciones en toda la semana.

Pero obtiene otros muchos servicios que ni siquiera disfrutan los autóctonos en todo el año. Como ejemplo, un botón: la UCI móvil de Sanxenxo. Sin que ello les suponga coste.

No se puede olvidar el agua. La Mancomunidade de O Salnés ya encendió la alerta porque el depósito de Treviscoso no llega y tampoco hay demasiado dinero para ampliarlo.

De las carreteras -bueno, autovías a las playas como la de O Salnés o la de O Morrazo- en un ojo de la cara sale el mantenimiento, pintado y restauración; eso sí, cuando llega el verano. La excusa típica es que el asfalto no pega cuando llueve. Sobre actos vandálicos, borracheras y demás comportamientos reprobables -robos a mariscadoras en las playas-, casi mejor ni hablar.

Los catalanes, para sufragar todo esto, impusieron una tasa a los turistas. Pero también la hay en París, en Roma o en Nueva York. Ya nadie se rasga las vestiduras por esa pequeña contribución a las arcas locales. Parece razonable que quien consume algo lo pague de su propio bolsillo. La palabra "ecotasa" tiene hasta connotaciones líricas.

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