El homenaje que el Club Financiero de Vigo ofrece a Jesús Bahillo, que tanto y tan bien ha trabajado por la gran ciudad y por el sur -lo que equivale a decir que por toda Galicia- desde su puesto en el Congreso como diputado del PSOE hasta su condición de alma mater del Club, proporciona oportunidades que una mirada distraída quizá desperdiciase. Porque además de un merecido gesto de gratitud aporta una ocasión excelente para repasar el lúcido análisis que el señor Bahíllo ha hecho sobre el delicado equilibrio de poderes que este antiguo Reino reclama.

Comenzando por las influencias, conste, que reflejan un mapa repleto de desigualdades, quizá no debidas a oscuras maquinaciones o diabólicas conjuras, pero sí a una realidad: Galicia tiene dos capitales, una jurídica -y antes también militar- en A Coruña, y otra política y religiosa en Santiago. Y esa realidad, conviene insistir, supone desventajas para las ciudades que, como Vigo y su área, carecen de aquella condición a pesar de una pujanza económica creciente, su papel de referencia en el campo de las relaciones internacionales y de su elevada población.

Este análisis, que le ha valido al exdiputado, y a quienes lo comparten, severas críticas, y curiosamente desde sectores que se benefician de la realidad que describe -a pesar de su intencionada falta de acritud y agresividad y su escrupuloso respeto por los hechos- críticas que demostrarían la belicosidad con que los beneficiados quieren defender lo que consideran "suyo" por derecho, sino divino al menos administrativo. Y de ahí viene lo de los "localismos" y "victimismos" para descalificar a quienes reclaman igualdad o denuncian agravios comparativos.

Esto es lo que hay, y es verdad la diga Agamenón o su porquero. Y aunque solamente fuera por eso, y no solo por eso se le tributa, el homenaje sería bien merecido. Pero es que además, se propone como elemento de equilibrio, y dada la ausencia de influencias capitalinas, una tarea constante y dinámica de articulación y coordinación de la sociedad civil viguesa y del sur en su conjunto. Que no es "contra" nadie, sino "a favor" de muchos, y que ha de ejercerse con respeto y sin exclusivismos porque se trata de sumar y no de restar; algo que quizá no todos ascaben de entender.

Vigo, la urbe más dinámica de este antiguo Reino -y procede recordarlo de nuevo-, tiene en sí misma la capacidad para estructurar, cohesionar y dar impulso a su propia sociedad. Al menos de forma que compense el escaso peso político que la condición de las otras ciudades supuso y la durante mucho tiempo poca incidencia institucional de sus representantes. Y por eso, por su sociedad civil ha prosperado como lo ha hecho en todos los terrenos, desde el industrial al comercial pasando por el laboral. Y ése es el camino en el que, al menos desde el punto de vista personal de quien escribe, ha de perseverar si quiere afrontar con éxito la superación de las desigualdades que todavía existen. Porque lo que la sociedad civil olívica está acostumbrada a resolver sus problemas sin esperar a soluciones que vengan de fuera.

¿No?