Antes o después tenía que reaparecer este tema espinoso. Y vino de modo inesperado. La A-52, que arranca en Benavente y remata en O Porriño, dejó sobre la mesa, en 1998, un jeroglífico sin descifrar. La Autovía que se denomina de las Rías Bajas quedó bloqueada, sin visión territorial, al atisbar la confusión en torno a la Ría de Vigo. Ahora, tras años letales, se anuncia su prolongación hasta la ciudad olívica pasando en túnel bajo Puxeiros. Veinte años después, desde dentro y desde fuera, toca revisitar el tema.

Primera reflexión. Una vez el túnel propuesto sale, asoma, y está ya en el valle del Fragoso. ¿A partir de ahí que hace el vial? Sorprende un hecho. Llama poderosamente la atención que el vial no busque cuanto antes un entronque en la red arterial urbana que propicie accesos diversificados al centro, con la VG20, a la factoría de Citroën, a la Terminal de Transbordadores. Máxime cuando el acceso desde la A-52 a la Plataforma Logística de Salvaterra es casi una realidad. Puerto y Puerto Seco.

Segunda reflexión. Por el contrario, el vial busca una solución lacónica, exclusiva, entroncar con el nudo del Seminario. Con majestuosa simplicidad se mete en un avispero. Un enclave que no reúne los atributos mínimos para la recepción y despacho de 36.000 vehículos/día y, por añadidura, sin alternativa alguna para el tráfico industrial. Para el tráfico doméstico, hileras errantes sin salida fácil aviso de colapso viario poco más allá de la boca de un túnel.

Tercera reflexión. El acceso al túnel, en su arranque, se produce una vez pasado O Porriño. Es decir, sigue siendo paso obligado cruzar la dislocación de intercambios y el revoltijo de salidas e incorporaciones del entorno del casco urbano con sus peligrosos cambios de ritmo y retenciones. Incluso es previsible que se agudice la congestión al superponer durante un trecho dos fragmentos de redes de primer rango, la A-52 y la A-55.

Cuarta reflexión. ¿En Vigo, por dónde asoma la cabeza el túnel? Lo hace por el curso alto del río Eifonso, el principal afluente del Lagares, a la altura del espacio natural de la capilla dos Ramallos, para después deslizarse junto a la Fraga de San Cibrán. Según esta visión, del episodio de la anulación del Plan General de Vigo, vinculado al relato medioambiental, no se ha tomado nota. Un enigma que cabe sospechar se debe a un insuficiente conocimiento del lugar.

Primera conclusión. La alternativa parece perfectible y mejorable. Quizás, cuando un asunto tan arduo da vueltas y se manosea durante tantos años, el trabajo pierde orientación, frescura, autoría técnica y política. Pasan innumerables manos y cabezas moldeando y, al final, a veces, se roza el gran dilema del fin y los orígenes: no se sabe bien si la alternativa es empeño de muchos o de nadie.

Segunda conclusión. En ordenación del territorio, veinte años sí es algo. En ese tiempo se suman conocimientos adquiridos, ocurren cosas y faltaron otras. Así, se hizo evidente que el tramo de la AP-9 entre Vigo y O Porriño es una autopista fallida. Comercialmente fallida, apenas se usa. Por el contrario, funcional y técnicamente se comprobó que sobresale por sus magníficas características de trazado, pendientes y radios de curvatura. Por su plenitud.

Tercera Conclusión. En especial se ha constatado en estos años una carencia, la pieza clave que falta: el by pass arterial que enlace la A-52 y el fallido tramo de la Ap-9. Tan sólo 2 kilómetros desde la recta de Cans hasta los dos nudos de Atios, bordeando por el sur el núcleo de O Porriño y liberándolo del lío, retenciones y presión viaria que hoy lo atraviesa. Una obra, es forzoso advertir, de una viabilidad técnica contrastada.

Conclusión Final. Por tanto, así las cosas, ¿la infraestructura alternativa al peligroso tramo de la A-55, no está acaso ya construida? Al menos, el grueso sí. Se vislumbra así una alternativa cargada de realismo. Cabe negociar la liberación del peaje del tramo fallido de la AP-9, Vigo-O Porriño, incluida la construcción del by pass con la A-52, mediante la misma fórmula público privada, y aun sobraría mucho de los 337 millones de euros de la disponibilidad anunciada.

En efecto, ahondando en el reciclaje y recuperación de lo ya construido, se logra un ahorro sustancial de fondos públicos que además beneficiaría a todas las partes, a la seguridad vial y al confort de los usuarios. Y muy en especial, tras años de penalidades, beneficiaría al conjunto de la ciudadanía, sin perder de vista su crucial impacto dinamizador para el sur de Galicia, la afluencia desde Portugal, y la incesante movilidad turística, industrial y portuaria.

Transcurridos veinte años, suscita estas observaciones la posibilidad misma de intentar descifrar el jeroglífico pendiente. Indagar en la definitiva solución. Pesando y contrapesando.

*Arquitecto