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E ¿Acudirá el PNV al socorro de Rajoy?

El comunicado de ETA pidiendo perdón a las víctimas y el inminente anuncio de su disolución son una gran victoria de la democracia española. Aunque no siempre de acuerdo, los dos grandes partidos supieron vencer a la banda terrorista. Y la oferta del Gobierno Zapatero de una negociación fue relevante al consumar el divorcio -ya existente desde la tregua de Aznar del 98- entre el mundo de la izquierda abertzale, encabezado por Otegi -que quería hacer política y tocar poder-, y el terrorismo de ETA que les condenaba a la marginalidad y a la cárcel.

Hoy la noticia puede parecer menos relevante porque ya hace años que ETA ha desaparecido de las preocupaciones de los españoles. Y Euskadi, liberada de la violencia, vive hoy una explosión de bienestar. Lógico en una de las zonas más ricas y dinámicas de España cuando la crisis económica va quedando atrás.

Y el PNV -el partido de las clases medias nacionalistas- puede ser hoy un ancla de estabilidad en la política española. Previo pago, por descontado. Así acaba de decir que el próximo jueves permitirá que los presupuestos del 2018 pasen su primer trámite en el Congreso. No garantiza su voto definitivo la segunda quincena de mayo -pendiente todavía del 155 en Cataluña- pero si el 155 sigue vigente entonces será porque los independentistas no han querido -o sabido- usar su mayoría para elegir un president. Entonces el PNV puede despegarse. ¿Por qué ser solidarios con los que se disparan en su propio pie?

Y el primer paso para los presupuestos es un balón de oxígeno para un Rajoy atribulado por los graves problemas del PP y del Gobierno. El caso Cifuentes es la quintaesencia del drama del partido: no saber resolver de forma acorde con los tiempos los múltiples casos de corrupción que le envuelven. En este caso no repulsivamente crematística, pero sí aparatosamente académica. En Alemania hay ministros que han dimitido a los dos días de descubrirse el plagio parcial de su tesis doctoral.

Por eso Rajoy ha decidido, al menos por el momento, seguir las tesis de Dolores de Cospedal y no entregar la cabeza de Cristina Cifuentes, aunque implique perder la Comunidad de Madrid. Veremos lo que pasa finalmente, pero las tesis de Cospedal se resumen en tres frases. Una, al PP los escándalos le hacen mucho daño mediático pero le castigan poco electoralmente y lo de Cifuentes es pecado venial comparado con la Gürtel. Dos, arriesgarse a perder Madrid es doloroso, pero ceder ante el chantaje de Rivera es consagrarle como el partido ascendente que sube imparablemente. Tres, aguantar a Cifuentes coloca a Cs en una posición incómoda. Si al final no vota la censura quedará claro que Rivera está más cerca de ser un tigre de papel que el Macron español. Y si finalmente la vota aparecerá ante todo Madrid -y toda España- como una opción poco fiable para el votante de derechas. Y en la campaña de las autonómicas y municipales del 2019 el PP podrá gritar que Rivera es el caballo de Troya del PSOE y que votar Cs es -como se habrá visto en Madrid- hacerlo a un partido que une sus votos al PSOE y a Podemos para echar a la derecha. Sin justificación, porque Cifuentes no está imputada.

Pero el calvario de Rajoy no se acaba aquí. Cataluña sigue. Al puñetazo de la negativa de los jueces alemanes a extraditar a Puigdemont por rebelión, se une ahora la grave colisión entre el auto de procesamiento del juez Llaneras que acusa a los dirigentes independentistas -en base a informes de la Guardia Civil- de malversación y las rotundas afirmaciones de Montoro de que en el "procés" no se ha usado dinero púbico porque Hacienda controlaba a la Generalitat.

Y este choque tiene consecuencias. La más grave es que Alemania -en base a las afirmaciones de Montoro- puede denegar también la extradición por malversación. Entonces el Supremo -y España- quedarían en ridículo. La segunda es menos grave pero molesta. Da gasolina a Rivera para su campaña de criticar al PP -si Llanera y la Guardia Civil tienen razón- por haber sido pusilánime frente al independentismo.

Rajoy aguanta -es su gran activo- pero se tambalea. No bien sale de un charco, se mete de inmediato -por méritos del PP o de su Gobierno- en otro que no es menor.

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