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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

Corrupción y chapuza

Corrupción y chapuza se dan la mano en el caso del supuesto máster que la Universidad Rey Juan Carlos concedió un día a la presidenta madrileña, Cristina Cifuentes.

Corrupción por el modo en que obtuvo su título Cifuentes de ese centro creado a imagen y semejanza del PP, y chapuza, tremenda chapuza, por sus contradictorias explicaciones y la vergonzosa reacción de su partido tras destaparse el escándalo.

Resulta más que sintomática la negativa del PP a reconocer la realidad y sus intentos desesperados de desviar la atención cada vez que alguno de los suyos es pillado en un renuncio para culpar solo a los otros.

El caso Cifuentes es fiel reflejo de todo lo que va mal en este país y que impide que salgamos definitivamente de la larga sombra de un dictador que, a diferencia de sus coetáneos, no fue derrotado, sino que murió en la cama.

Ya hemos escrito en otras ocasiones a propósito de este y casos similares que en cualquier país de nuestra órbita, un político pillado en una mentira o un asunto de asunto de corrupción incluso de menos gravedad apenas duraría en el cargo.

Y por supuesto, jamás se habría producido un espectáculo tan bochornoso como el del congreso sevillano del PP con todos los asistentes, con su presidente y jefe del Gobierno en cabeza, aplaudiendo, casi vitoreando a la mentirosa.

En cualquier país con un mínimo de vergüenza democrática, ese espectáculo no habría sido posible por la presión no solo de los medios, sino también de la propia opinión pública.

Pero aquí son todavía muchos los que quitan gravedad a lo ocurrido, incluido el desprestigio de la propia Universidad, y se preguntan por qué por asunto supuestamente tan nimio tendría que dimitir la presidenta madrileña.

Mientras acusan a la izquierda -¡siempre la izquierda deshonesta!- de intentar conseguir de manera tan torticera lo que no logró en las urnas.

Pero tan responsables de la degradación de la democracia en este país son quienes así piensan como el partido que nos gobierna, incapaz al parecer de aprender que el fin -mantenerse en el poder a toda costa- nunca puede justificar los medios.

Un poder además, el del PP madrileño, viciado ya de origen porque conviene no olvidar lo ocurrido hace ya casi quince años, cuando la oscura traición de dos diputados socialistas entregó en el último momento a ese partido las llaves de la Comunidad.

Durante los años siguientes, el PP aprovecharía el poder tan irregularmente conseguido para llevar a cabo con auténtica determinación su cruzada neoliberal. Y en eso seguimos.

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