Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La comedia

Así que, con la actividad política de medio país paralizada por el otro medio, cada día que pasa lo que se inició con aires de tragedia -la probabilidad de que una presidenta de Comunidad sea obligada a dimitir o depuesta por una cuestión ética- se va convirtiendo en comedia. Y no ya porque unos y otros se hayan enzarzado en una guerra donde lo que ahora mismo impera es la hipocresía, sino porque se burlan de todos aparentando que lo que buscan es limpiar, fijar y dar esplendor al oficio. O sea, una lema como el de la Real Academia, pero sin voluntad de cumplirlo.

(Se ha citado la ética no porque el incumplimiento de sus normas básicas no debiera ser causa de una dimisión, sino porque hasta el momento no formaba parte del bagaje de motivos para la renuncia en un mundo en el que su consideración escasea. Y en el que, además, se actúa con un cinismo tal que es casi imposible distinguir a los cumplidores de los que no lo son: en el conflicto de Madrid, el secretario general del PSOE capitalino incluyó, en su currículum oficial y durante años una titulación que no tenía y, en Podemos, al candidato -in pectore- a la Comunidad se le concedió una beca sin que cumpliese los requisitos.

Se cita a ambos partidos por los que, de momento, son los que suscriben una moción de censura contra una dirigente del PP a la que acusan de algo parecido, pero relacionado con un oscuro camino para obtener un máster en el que la presidenta de la Autonomía parece haber mentido. Y, mientras, el portavoz de Ciudadanos allí exhibe la insoportable aureola de supuesta dignidad con los modales propios de un chusquero que enlaza ultimátum y exigencias que no aplica en otros lugares a sospechosos de fraude y malversación. Todo por unos votos).

Lo de la comedia, aparte lo dicho, se refiere a un enredo radicalmente falso: los actores intentan convencer a la gente del común de que lo que pretenden es hacer justicia, restaurar el orden de las cosas interrumpido por las malas artes del adversario cuando en realidad lo que buscan es solo su interés electoral. Y para eso ni siquiera tienen la decencia de disimular un poco ni les importa, a todos, la evidencia de que aquello de que acusan es a la vez una causa de actuación para ellos mismos. Es la repugnante manera de manipular, o intentarlo, al atónito público espectador.

Todo cuanto se expone es, por supuesto y como siempre, la opinión personal de quien escribe. Que se pretende argumentada por los casos que se han demostrado en estos últimos días, y alguno más -por ejemplo, el reciente de un diputado podemita en el Parlamento de Galicia- y que prueban que es tanto el "interés" de los partidos por la ética y la estética que ninguno se ha tomado la molestia de controlar que sus cargos son en realidad lo que dicen que son. Y no ya solo en esta guerra de titulaciones, sino en algo bastante peor: en comprobar que la corrupción no ha hecho mella en la vida y haciendas de aquellos a los que encomiendan la gestión de la res publica. Es un extraño modo de confiar y de reclamar confianza. Y así les va, claro.

¿No..?

Compartir el artículo

stats