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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Cuando los misiles son bonitos

La guerra civil en Siria dura ya siete años

Los que nos hemos pasado buena parte de nuestra vida profesional bombardeados por versiones oficiales más o menos mendaces sobre acontecimientos políticos de cierta importancia hemos desarrollado una técnica para defendernos de esa intoxicación. Una técnica bastante rudimentaria, dicho sea de paso, porque a falta de versiones informativas de primera mano consiste en ir ordenando las contradicciones que nos parecen más evidentes.

Desde la de mayor a la de menor entidad, para luego hacerse las preguntas que nos dicte la lógica, que cada cual tiene la suya, como nos enseñó hace muchos años aquel sabio griego llamado Sócrates con su famoso método dialéctico. Y tal cosa nos ocurre con la guerra civil de Siria, cuyos contendientes principales son el régimen dictatorial de Bachar el Asad y la oposición suni. Un conflicto sangriento que ya dura siete años, y se ha cobrado medio millón de muertos y once millones de desplazados para una población de 22 millones de personas. La sola exhibición de esa cifras bastaría para calificar de tragedia humana lo que allí ocurre, pero a eso hay que añadir la presencia en el campo de batalla de fuerzas militares extranjeras (rusas, norteamericanas, iraníes, turcas, kurdas y del fantasmal Estado Islámico). Los rusos defienden su única base militar en el Mediterráneo y su condición de socios privilegiados del régimen sirio desde la época de la Unión Soviética; los norteamericanos, que con Trump llegaron a plantearse una retirada, defienden como siempre los intereses del Estado de Israel; los iraníes defienden la vertebración de la población de creencia chii hasta el Líbano pasando por Irak y Siria; los turcos defienden la apropiación de territorio sirio para ganar una posición de ventaja respecto de sus enemigos kurdos ante la eventualidad de un futuro reparto; los kurdos, nación sin Estado, defienden sus conquistas en la frontera con Turquía; y el llamado Estado Islámico pues no se sabe lo que defiende después de haber servido de pretexto para la intervención militar de todos ellos cuando se creó aquel Califato que amenazaba hasta con reconquistar Al Andalus. Toda esa confluencia de intereses ha provocado una situación explosiva y se llegó al punto de que el propio secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres, temió que degenerase en un enfrentamiento armado entre grandes potencias. Especialmente, después de las acusaciones vertidas contra Assad por un supuesto uso de armas químicas contra la población civil. Y así estaban las cosas cuando entró en la escena mediática el inefable señor Trump con su proverbial manía de resumir en pocas palabras problemas complejos.

La advertencia que hizo a Rusia sobre sus inminentes planes militares no tiene precedentes en la historia de la diplomacia universal. Y conviene reproducirla una vez más antes de que nos digan que fue una exageración de la prensa. "Rusia -dijo- promete derribar cada uno de los misiles contra Siria. Prepárate Rusia porque los misiles que vendrán serán bonitos, nuevos e inteligentes". Afortunadamente, como todo el mundo estaba prevenido y se escogieron cuidadosamente los objetivos del bombardeo, no hubo que lamentar víctimas personales y ahora hay una discusión entre Rusia y Estados Unidos sobre cuántos misiles alcanzaron el blanco y cuántos fueron derribados. Pasada la demostración de virilidad militar para el público adicto todo queda como estaba. Es decir, prosigue la matanza.

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