A finales de marzo, Kevin D. Williamson se despedía de los lectores de "National Review", la revista conservadora donde trabajó como corresponsal político durante diez años, no sin antes aclarar, para resolver las posibles dudas, que su salida no se debía a una discrepancia con la línea editorial. El periodista había decidido aceptar la oferta de otra publicación con una audiencia políticamente más diversa, "The Atlantic", cuyo editor, Jeffrey Goldberg, anunció la nueva incorporación a la plantilla alabando el ingenio y el estilo literario de Williamson, a quien consideraba "ideológicamente interesante", aunque reconociendo que estaba "en desacuerdo con él" en la mayoría de los asuntos. Su contratación, sin embargo, provocó de inmediato asombro e indignación, especialmente entre los progresistas, porque Williamson no solo se ha manifestado en contra del aborto, un punto de vista legítimo que comparten muchos de sus conciudadanos, sino que, en un tuit publicado en el año 2014, llegó a afirmar que las mujeres que lo practicaban merecían ser "ahorcadas".

Goldberg argumentó entonces que él siempre procuraba no juzgar a las personas por sus "peores tuits o afirmaciones aisladas". Pero Williamson se expresó en unos términos similares durante un podcast emitido por su antigua revista, donde inequívocamente insistía en que "trataría al aborto como cualquier otro crimen" y que, a pesar de tener dudas acerca de la pena de muerte, lo que tenía "en mente" para una hipotética ejecución era "la horca", pues la inyección letal le parecía demasiado "aséptica". Como dichas declaraciones -recuperadas por la plataforma digital Media Matters- parecían indicar que aquel antiguo tuit no era solo un desahogo, Williamson acabó siendo despedido después de publicar su primer y único artículo en "The Atlantic", generando asimismo un debate sobre los límites de la libertad de expresión y los criterios que siguen las instituciones periodísticas a la hora de reclutar a sus colaboradores.

Cualquiera que se haya asomado un poco a los artículos de Kevin D. Williamson debería conocer la ideología del reportero, cuya prosa acelerada y pretendidamente informal revela un mal disimulado afán de transformar sus textos, sobrecargados de irreverencias y trasgresiones, de humor y de agudeza, en exhibiciones de periodismo gonzo, subgénero en el cual la derecha aquí lleva mucho tiempo tratando de reivindicarse. Por eso "The Atlantic" lo había contratado, no por su contribución intelectual al "debate moderado", como insinuaron los editores de la revista cuando, escudándose en la "tradición" y en los "valores" de la institución, expusieron las causas del despido. Sus extensos reportajes abarcan temas variopintos, desde el arte urbano a la adición al opio, y en ellos podemos hallar al hombre y sus ideas, expresadas, eso sí, de una manera muy "ingeniosa", como cuando escribió que Laverne Cox, una actriz transexual, "aunque tenga los genitales amputados, no es una mujer, sino una efigie de mujer", negándose a utilizar el pronombre femenino para referirse a esa persona.

Williamson es un escritor talentoso, entretenido y ocasionalmente sagaz, que ostenta el mérito de haberse enfrentado desde las páginas de una revista conservadora a Donald Trump ("simplemente es un hijo de perra") así como a la llamada derecha alternativa ("racistas, odiosos e infantiles"), y también es -sobre todo- un provocador, un autor demasiado consciente de su personaje que en una tertulia de la empresa que lo cobijaba no pudo resistir la tentación de hacer el ruido que los demás esperaban de él. Pero es la provocación por la provocación, que muchos asocian equivocadamente a polemistas como Christopher Hitchens (¡Bill Maher se atrevió a compararlo con Milo Yiannopoulos!), Gore Vidal o William Buckley, obviando el hecho de que sus supuestos sucesores solo imitan las formas y carecen del necesario y trabajado fondo, el cual convirtió a las citadas personalidades, a pesar de sus infinitas diferencias, en intelectuales públicos. "The Atlantic" decidió prescindir de Williamson debido a unas razones bastante parecidas a las que originaron su fichaje. Y ahora el periodista puede presumir de haber sido expulsado del paraíso mediático mientras sus correligionarios reclaman tolerancia y libertad. Lo cual hará, sin duda, que Williamson sea todavía más "ideológicamente interesante".