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la mirada

Dimitir, un verbo difícil de conjugar

| ¿Diferente vara de medir? ¿Por qué Juan Merlo, cazado en una mentira sobre su currículo, es forzado a dimitir por Podemos, y no Paula Quinteiro, envuelta en un incidente policial en el marco de un supuesto acto de vandalismo callejero en el que exhibió su carné de parlamentaria? Para el partido morado son dos casos no comparables, pero coinciden en el tiempo, y resulta imposible que uno no lleve al otro. Juan Merlo, diputado autonómico y número dos de la formación morada en Galicia, se ve obligado a hacer las maletas tras inventarse una licenciatura en Ingeniería Industria en Automática y Electrónica porque este engaño se destapa en pleno caso del máster de Cristina Cifuentes. Podemos, desde Madrid, exigió su cabeza, y aunque se resistió durante unas horas y públicamente negó que fuese a dimitir, al final cayó. Si Merlo no renunciaba al escaño, ¿cómo podía Pablo Iglesias continuar exigiendo la dimisión de Cristina Cifuentes o criticar a los cargos populares, como Pablo Casado o la diputada ourensana Ana Belén Vázquez que en sus currículos presentaban como másteres estudios que no eran tales? Es cierto que Merlo adornó su currículo con una licenciatura, y el escándalo de la presidenta madrileña va más allá, con actas falsas, una investigación universitaria, otra de la Fiscalía, ...

Merlo confesó su mentira, y se reconoció "abochornado y avergonzado", y con su marcha le pone más difícil al PP seguir manteniendo a Cifuentes al frente de la Comunidad de Madrid. Por cierto, los populares dejarán caer a Cifuentes porque en riesgo está perder el Gobierno autonómico, al depender de Ciudadanos, pero no parece que crean que es una actuación censurable. Mariano Rajoy ha dicho que "hay casos peores" que el de la política madrileña. Merlo puede sentirse una víctima, igual que Cifuentes, porque otros políticos por cuestiones más reprobables no han dimitido, pero es que en los últimos años la exigencia de los ciudadanos para con los servidores públicos se ha elevado. Y Podemos hizo bandera de la "ejemplaridad" para ganarse el apoyo de millones de ciudadanos en las urnas. Y con el argumento de la "ejemplaridad" impuso la marcha de Merlo. Muy "ejemplar" tampoco parece que sea sacar el carné de parlamentaria en una noche de parranda ante un agente policial, cuando a un amigo tuyo le piden identificarse tras la denuncia de un vecino de jóvenes rompiendo retrovisores, y luego, cuando una parte de los tuyos pide tu dimisión, presentarte como víctima de "una minoría que quiere romper" En Marea.

| ¿Aire para Villares? El portavoz de En Marea aprovechó la dimisión de Merlo para enseñar de nuevo el camino a Paula Quinteiro. Si el primero renuncia al escaño por "ética", Luís Villares entiende que la segunda debe hacer lo mismo, y le pidió que siga su "ejemplo", tras "un abuso de poder" en su incidente con la Policía local de Santiago. La decisión de Xoán Hermida, quien debería relevar en el Parlamento a Merlo, de apartarse, tras saltar a la luz pública un incidente suyo con la policía de Pontevedra, también se lo pone más difícil a la diputada viguesa, y da a Villares una oportunidad en el pulso que mantiene con sus críticos en En Marea, entre ellos Podemos, con dos diputados cuestionados, y uno de ellos ya dimitido. El líder de los mareantes se juega mucho, su credibilidad y su autoridad en la formación que supuestamente lidera. En todo caso, gane quien gane este envite, En Marea queda tocada.

| ¿Recuperar protagonismo? Luis Bará, diputado del BNG por Pontevedra, la lió el jueves en el Pleno del Parlamento por romper dos imágenes del Rey de España en la tribuna para cuestionar la Ley mordaza. Luis Bará sabía que no le acarrearía consecuencias porque bien sabe que las opiniones de un diputado en sede parlamentaria son "inviolables", y como mucho podía suponerle una sanción o una llamada de atención de la Mesa de la Cámara por "una cuestión de orden", pues en el marco de la libertad de expresión que le ampara el Reglamento de la institución le exige no ofender "al decoro de la Cámara o de los miembros, de las instituciones del Estado y de Galicia o de cualquier personal o entidad". Un descuido o un error de Diego Calvo, que sustituía al presidente del Parlamento cuando Bará rasgó las imágenes de monarca, libró al parlamentario nacionalista de una amonestación, pues el reglamento fija que la llamada al orden debe producirse en el momento del fallo, no después de finalizada la sesión. Así Bará salió indemne y logró su objetivo, denunciar las estrecheces de una Ley, que en España disgusta a muchos, y poner al BNG en el candelero. Su imagen dio la vuelta a España, y la formación frentista, que compite en protagonismo con otras dos fuerzas de la oposición y es la que tiene menos representación, saca la patita y se refuerza ante los suyos. De paso, intenta reconquistar a los electores fugados a En Marea, enviándoles una mensaje que más o menos sería éste: "Mientras tu partido se enreda en líos y guerras internas, aquí está el Bloque denunciando una ley que consideras injusta. Vuelve a nosotros. Te esperamos".

| ¿No todas las fotos son iguales? El día que Bará rompió las fotos del Rey, otro diputado, del PP, Alberto Pazos, replicó el comportamiento del nacionalista y rasgó una imagen de dirigentes del BNG con Arnaldo Otegi. Para muchos, no se podrá comparar al monarca con políticos del Bloque y el exportavoz de Batasuna, pero si la Mesa del Parlamento quería sancionar a Bará porque el reglamento exige no ofender "al decoro de la Cámara o de los miembros, de las instituciones del Estado y de Galicia o de cualquier persona o entidad", ¿los dirigentes del BNG que salen en la imagen, y Otegi, por mucho que disguste su pasado político, no son personas a las que no se debe ofender? ¿Está mal romper fotografías, o solo las fotografías del Rey?

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