Hubo un tiempo en que en la fachada marítima de Vigo todas las empresas pesqueras compartían un mismo denominador: no habían cambiado de manos o, como mucho, eran resultado de uniones entre operadores del sector. La salida a Bolsa de Pescanova solo cambió un poco el escenario porque la gestión seguía en manos del hijo del fundador, pero en el futuro casos como Pereira, Pescapuerta, Ángel López Soto o Comercial Pernas serán rara avis. Empezó Pescanova -sin querer hacerlo, aunque ahora está en manos de los bancos- y le siguió Iberconsa, fundada en 1981. Pero la irrupción de capital extranjero o ajeno al sector se ha reproducido en Discefa (GED), Brasmar (MCH Private Equity), Unión Martín (Alantra), Hijos de Carlos Albo (Shanghai Kaichuang), Thenaisie Provoté (Scandia Food), y han tentado ya a Fandicosta o a Interatlantic. "Vamos a quedar pocos industriales". Lo que sí han permitido los fondos es que la gestión haya continuado, como en el caso de Alberto Freire en Iberconsa, en manos del mismo equipo de dirección. La duda es siempre la misma: después de la inyección de liquidez, de facilitar la salida a accionistas (muchas veces herederos) monetizando su participación y de facilitar proyectos de expansión, ¿qué pasa cuando los fondos deciden vender? Los actores del sector le restan dramatismo a ese escenario, aunque sí se pierda arraigo. Pero sí que anticipan algo: con la operación de Iberconsa la revolución en la pesca solo acaba de emplezar.