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De vuelta y media

El escaparate de El Globo

Su gran expositor en la calle de la Oliva ejerció durante medio siglo como barómetro fiel del acontecer social pontevedrés

A finales de 1914, Casiano Peláez Merino acometió una reforma en profundidad del bajo situado en el número 4 de la calle de la Oliva para abrir El Globo, que pronto se convirtió en un referente comercial de prendas de vestir, complementos y artículos en general para caballero.

Hasta entonces estuvo instalada en aquel local la sastrería The Sport, del maestro cortador Adolfo Pérez Fernández, que trasladó sus dependencias al primer piso del edificio contiguo, encima de la librería Viñas.

Antes de especializarse como sastrería de lujo y liderar la moda de hombre en Pontevedra, El Globo empezó como unos grandes almacenes de paños, telas y géneros diversos para toda la familia, por supuesto que "a precios sin competencia", según recalcaban sus primeros anuncios.

"Nunca en nuestro pueblo hubo ocasión de vestir bien por la falta de una casa en donde se pudiese adquirir la ropa buena, bonita, barata y bien hecha. Esta necesidad la llena ahora El Globo y, además, vende a precios sin competencia paños de todas clases, ropa interior de lana, algodón, hilo, seda, felpa, punto inglés, etc; géneros blancos; mantelerías, mantas de cama y viaje, impermeables, paraguas y otros objetos".

Así rezaba textualmente su primer anuncio, que porfiaba con convicción una visita al establecimiento.

El Globo fue uno de los comercios que más apostó por una publicidad temprana. Su presencia en la prensa local ocupó siempre lugares destacados. A esos anuncios recurrió también para contratar sus dependientes "con buenas referencias y sin grandes pretensiones".

Antonio Tasis ejerció como gran maestro cortador, que gozó de un enorme prestigio. Casiano Peláez llegó a costear un caro viaje de su sastre estrella a Barcelona y París, capitales de la moda española y europea, para conocer de primera mano las últimas tendencias y volcarlas luego en sus propias confecciones. Poco tiempo después, Tasis se independizó y montó Sastrería Inglesa en Michelena 38, frente a la sede provisional de Correos y Telégrafos, que se convirtió en la competidora más directa de El Globo.

Peláez Merino tuvo una participación activa en el núcleo fundacional de la primera asociación de dependientes de comercio que hubo en esta ciudad y ocupó el puesto de tesorero en la directiva formada a principios de 1917, que presidió Julián López. Aquella representación marcó el inicio de su proyección social como hombre serio, responsable y competente.

Avalado por el prestigio de su comercio, cada vez mayor, Casiano Peláez entró a formar parte del consejo de administración de la Caja de Ahorros Provincial de Pontevedra como representante vecinal y luego ejerció como consejero-director en dos etapas cruciales. Allí estuvo durante quince años y poco después de su salida pasó a desempeñar el cargo de concejal en el Ayuntamiento, dentro de la corporación encabezada por el alcalde Argenti Navajas a principios de la década de 1950.

Durante los primeros años de su actividad comercial, el escaparate de El Globo solo mostró sus prendas más exclusivas, sus últimas novedades o también sus liquidaciones más atractivas.

Por vez primera hizo una excepción en 1922 y expuso en lugar destacado una preciosa bandera regalada por el diputado lerrouxista Emiliano Iglesias a la Alianza Marinera de Cangas, un sindicato de clase de gran solera. La divisa primorosamente bordada en seda roja, salió de las manos diestras de las señoritas Rubio Palacios, tomando como referencia un diseño realizado al alimón por Alfonso Castelao y Sobrino Buhigas.

Aquella exhibición atrajo la atención de numeroso público. Tanta gente se paró ante El Globo, que su propietario acarició la idea de convertirlo en el mostrador de la ciudad en su acepción más literal; una especie de barómetro de su acontecer. A partir de entonces, aquel magnífico escaparate reflejó mil y una actividades, tanto artísticas como sociales e incluso benéficas.

El pintor Antonio Medal expuso el cuadro de un desnudo que hizo como becario de la Diputación; en tanto que el escultor compostelano Manuel Miranda mostró un grupo denominado Carabel de carabeles, que realizó mientras cumplía aquí el servicio militar. Igualmente acogió un retrato del primer marqués de Riestra pintado por César y destinado a sustituir otro colgado en la Diputación Provincial, que sufría un notable deterioro.

El mítico escaparate exhibió el legado donado por Alfredo Vincenti a la Escuela Normal de Maestros, y también expuso el diploma de socio de mérito que la coral coruñesa Cantigas da Terra otorgó a Benigno Sanmartín, popular dueño del Hotel Engracia. Desde mantones de manila para sorteos en bailes o festejos, hasta trofeos deportivos para competiciones dispares, por allí desfilaron incontables objetos de variada significación.

Entre las muestras más insospechadas cabría mencionar un dormitorio completo que el acreditado ebanista Arturo Martínez realizó por encargo de una distinguida familia; así como una escopeta Wolf de la casa S. Loinaz que vendía a plazos José Taboada, su representante en Pontevedra.

Probablemente su exhibición más insólita fue una cantidad indeterminada de billetes de curso legal, que alguien había extraviado y que estaban esperando una identificación fehaciente de su legítimo dueño.

El Globo también se distinguió por sus campañas benéficas de Navidades y Reyes, o por las suscripciones populares para sufragar, por ejemplo, las insignias de la Encomienda de Alfonso X el Sabio, que recibió Prudencio Landín Tobío.

Un escapare así se ganó el respeto general y nunca sufrió una agresión, salvo en una ocasión sonada. La noche del 5 de enero de 1932 mostraba una espléndida colección de joyas y unos cacos pensaron que constituían un suculento botín. Don Casiano y su familia vivían en el piso de arriba, oyeron ruidos extraños y no creyeron que se trataba de una visita de los Reyes Magos. De modo que el propietario bajó dando fuertes voces y los ladrones pusieron los pies en polvorosa con las manos vacías.

El Globo permaneció abierto durante medio siglo y dispuso en sus mejores épocas de grandes exclusivas: desde los gabanes y las gabardinas de la casa inglesa The Best Mark, hasta los cuellos de hilo semi-bandos de la reputada marca USA Erco, pasando por los famosos zapatos Segarra.

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