Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

La revolución del automóvil

Primeros días del otoño de 1799. Un joven general francés, Napoleón, acaba de desembarcar en Toulon con el propósito de hacerse cargo de todo el poder en una República que no ha sabido alcanzar todos sus objetivos revolucionarios. Mientras eso ocurre, un científico visionario, Philippe Lebon, charla con un amigo en una estancia de su domicilio mientras repasa los últimos datos de un invento que está a punto de patentar y que revolucionará la manera de vivir en el mundo entero. Un invento que ya había anticipado Roger Bacon en 1618 al escribir que "Por medio de la ciencia y el arte será posible construir un coche que se mueva con una velocidad milagrosa, sin ayuda de caballos ni otros animales de tiro".

Lebon está entusiasmado con el proyecto de una máquina que se ha de mover por gas y defiende ante su amigo los beneficios que rendirá a la humanidad. "Se trata -le dice- de un motor que ocupa muy poco espacio, pero desarrolla una fuerza enorme, superior a la de cuatro caballos. Será capaz de mover un carro de posta ordinario, sin inquietar a los pasajeros. Ahora dime una cosa, ¿no es ese acaso el verdadero bienestar? Dentro de cien o cincuenta años, todos los ciudadanos tendrán su propio coche automóvil. Y los hombres recorrerán medio mundo. Ya no tendrán patria. Porque su patria estará en cualquier parte. Serán felices como los dioses del Olimpo". Y así, de esta manera, pero con mucha mayor gracia literaria, inicia el famoso escritor ruso Ilyá Ehrenburg su entretenido libro Historia del automóvil por cuyas páginas desfilan personajes como Henry Ford, André Citroën, JP Morgan, Henry Deterding, Michelin y algunos más relacionados con los sectores (petróleo, caucho, etc.) necesarios para el desarrollo de la nueva industria. Un libro muy recomendable porque Ehrenburg, que siguió como periodista la guerra civil española y fue una personalidad en el ámbito de la Unión Soviética, es un formidable escritor, que nos ha dejado unas reflexiones muy interesantes, y muy válidas para observar el papel fundamental del automóvil en la civilización moderna. Desde luego, no todas las profecías de Philippe Lebon sobre la felicidad universal gracias a la posesión de un coche se han cumplido, pese a los esfuerzos publicitarios de sus fabricantes para que creamos lo contrario. Muy al contrario, los automóviles han contribuido a incrementar peligrosamente los niveles de contaminación en las ciudades, y ya nadie duda de que son coadyuvantes decisivos en acelerar el cambio climático. De hecho, una de las tareas principales de las autoridades municipales en todo el mundo consiste en arbitrar medidas para limitar su uso.

Unas veces prohibiendo, de forma alternativa, la circulación de las matrículas pares sobre las impares en días de agobiante contaminación atmosférica. Y otras, favoreciendo la presencia en calles y carreteras de vehículos híbridos y eléctricos, que parece la solución de futuro más sensata y más viable técnicamente por el momento. Viene a cuento lo que antecede al haber leído en la prensa una información sobre los apuros financieros de Tesla, un fabricante de vehículos eléctricos y autónomos, es decir, de vehículos que se conducen solos. Un gran avance desde el punto de vista de la seguridad, pero un golpe para la autoestima de los conductores. Sobre todo para los que gustan de saltarse las reglas.

Compartir el artículo

stats