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Juan José Millás.

Políticos normales

Pese al tiempo transcurrido, no deja uno de pensar en las declaraciones de Esperanza Aguirre ante sus señorías acerca de un campo de golf instalado en el centro de Madrid bajo su presidencia. Se excusó alegando que lo vio en Tokyo y en las películas. Lo de Tokyo, bueno, dejémoslo, al menos por ahora. Pero lo del cine da como para una reflexión. O dos. Yo empecé a fumar por culpa de Humphrey Bogart. Me pregunto en consecuencia si, en el caso de haber llegado a presidente de la Comunidad de Madrid, habría montado una tabacalera. También debo al cine mi afición al Martini y a determinadas prácticas amorosas ajenas a las costumbres morales de mi época. Significa que de haber alcanzado responsabilidades políticas, habría sido un peligro para salud física y venérea de mis conciudadanos. Por si fuera poco, hace unos años visité Tokyo, donde quedé prendado de marcianadas que en Occidente carecen de buena prensa.

Hay gente a la que no se la puede llevar al cine, porque enseguida imita lo que ve en la pantalla. Confieso ser una de esas personas influenciables. Por fortuna, carezco de responsabilidades públicas. Yo me he ido construyendo con el cine, con los boleros, con las novelas que terminaban mal, y soy el resultado de todo eso que explica el desastre de mi existencia. No quiero ni pensar qué habría ocurrido de tener la oportunidad de imponer a mis congéneres unos modos de vida absolutamente estrambóticos. Considero, de hecho, que la normalidad es uno de los grandes inventos de la humanidad. Un día un periodista me preguntó si habría preferido ser normal y respondí afirmativamente, sin dudarlo un segundo. Lo primero que le pido a un político es que sea normal. Que no tenga pájaros en la cabeza. Gracias a los políticos normales, la población puede ser extravagante.

Pues bien, ahora resulta que Esperanza Aguirre había visto muchas películas en la que se jugaba al golf, de ahí sus perversiones urbanísticas. Yo también he visto algunas películas con golf y me suena que eran películas de ricos. Ricos que haraganeaban de un lado a otro mientras hablaban de banalidades increíbles. Tales son los modelos existenciales de Aguirre. Mal asunto para las arcas públicas.

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