Ayer el ministro Montoro presentó el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2018; con seis meses de retraso. Un retraso negativo por lo que supone de parálisis en la acción pública y cuyo coste puede agravarse si a lo largo de este mes de abril no se logran los apoyos suficientes para poder tramitarlo y que entre en vigor antes de irnos de vacaciones.

Lo que pase dependerá, en buena medida, de la posición del PSOE. En esencia, de que definitivamente se decanten por la lógica de la serie de televisión "Juegos de Tronos" y no por la que refleja la ficción danesa "Borgen". La primera, favorita del líder de Podemos, nos lleva a la confrontación y las apuestas de todo o nada: rechazo de los presupuestos, prolongación de la paralización y eventual convocatoria de otras nuevas elecciones. La segunda nos conduciría a la negociación intensa las próximas tres semanas, a exigir al gobierno cosas que no entran en sus planes, pero que a ojos del PSOE son urgentes, necesarias y posibles.

Un problema mayor de la primera opción es que los estudios demoscópicos muestran que la actual fragmentación parlamentaria se mantendría tras unas elecciones generales a corto plazo. Cambiaría el reparto exacto de escaños, pero no la necesidad de acuerdos a tres bandas. Por tanto, no es solución al actual bloqueo.

La dificultad de la segunda es que exige un cambio estratégico al PSOE y, en su caso, aceptación por el Partido Popular de que los PGE-2018 finalmente aprobados pueden ser significativamente distintos a los que ayer se depositaron en el Congreso. Confiemos en la altura de miras de unos y otros. Necesitamos ponernos a trabajar.

*Director de GEN (Universidade de Vigo)