Uno de los elementos que caracterizan a los políticos fiables, y que los distinguen de quienes no lo son, es el que se refiere al cumplimiento de los compromisos adquiridos, que se inician casi siempre por las promesas y que en no pocas ocasiones no pasan de ahí. Y como en este país la seriedad no ha sido precisamente virtud abundante en el oficio, cuando alguien la tiene lo menos que se puede hacer por los observadores es reconocerle aquella condición de fiabilidad. Que -por desgracia- no es eterna, pero que se engrandece cuanto más tiempo dura.

En este punto, y en el tiempo en que se vive, resulta preciso reconocer que el señor presidente Rajoy es un hombre fiable. Algunos dirán que para lo bueno y para lo no tan bueno, y es probable que tengan razón, pero con un matiz: don Mariano no toma decisiones a la ligera, las medita y al adoptarlas lo hace desde su convicción de que son las mejores para el país. Se puede discutir, eso sí, un acierto mayor, menor o ninguno a la hora de valorar promesas y hechos posteriores, y hasta contradicción entre unas y otros. Pero eso no implica necesariamente incoherencia.

Viene a cuento, el introito -que por supuesto es una opinión personal- del anuncio que ayer mismo hizo su señoría: 377 millones de euros para la A-55 entre Vigo y Porriño, obra que se enmarca en un Plan General de Carreteras dotado con más de 5.000. Y que viene a cubrir una petición que, dado el tiempo transcurrido, se convirtió ya en exigencia: la mejora de la conexión actual, construída sobre la vieja vía, y que era ya un auténtico impedimento para las comunicaciones de Vigo, eje clave de Galicia, con el sur del antiguo Reino y el norte de Portugal.

Es cierto que la promesa era ya antigua y que fueron varios los gobiernos que la asumieron, pero no lo es menos que ha sido el del señor Rajoy el que la transformó en compromiso firme, con cifras y plazos: ahora cabe esperar que se cumplan. Y como don Mariano es hombre inteligente, que trata siempre de aprender de los errores y sus efectos colaterales, cumple esperar que lo haga y que lo haga bien. Se podrá así aplicar a ese anuncio, como a la inauguración de la depuradora viguesa, el viejo refrán según el que nunca es tarde cuando la dicha llega.

Quedó dicho que la transformación de las comunicaciones terrestres por carretera entre Vigo, el sur de Galicia y el norte -o, para ser más exactos, todo el eje litoral, hasta el Algarve- de Portugal era una decisión de trascendencia estratégica para los dos países y cumple añadir que puede convertirse en herramienta decisiva para la Eurorregión. Y por eso, desde la ilusión que anima a un gran número de sus habitantes, quizá sea momento oportuno para señalarle, al señor presidente y a su gobierno, que hay algo aún por hacer para que la dicha citada se convierta en alborozo: unir por ferrocarril de Alta Velocidad lo que pronto lo estará por autopista y autovía. Alguna promesa quedó registrada ya en ese sentido y, a buen seguro, es momento de recordarla.

¿O no?