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De Michelena 2 a Oliva 1, tan cerca, tan lejos

El cambio de ubicación desde el número 2 de la Michelena hasta el número 1 de la Oliva, requirió un desplazamiento muy pequeño; apenas veinticinco o treinta metros. Sin embargo, ese viaje comercial tan corto tardó en consumarse prácticamente medio siglo.

Entre su emplazamiento original y su instalación definitiva, Suárez permaneció mucho tiempo en otro local de la Michelena, lindante con la célebre botica de Perfecto Feijóo. A lo largo de la primera mitad del siglo XX, esa localización respondió indistintamente a los números 1 y 3 de la referida calle, según los cambios realizados por el Ayuntamiento.

Precisamente la expropiación municipal de aquel solar para acometer un trazado más armónico de la calle Michelena en su entronque con la plaza de la Peregrina, supuso un dolor de cabeza para varios alcaldes. Los hermanos Suárez rechazaron una y otra vez cualquier tipo de acuerdo negociado, incluso después de abrir su nuevo comercio en la Peregrina.

El Ayuntamiento inició el expediente de regulación del alineamiento de la calle en cuestión en 1942 y ese mismo año no tuvo ningún problema en adquirir la casa del nº 5. A las hermanas Asunción y Carmen Valladares Alén pagó 42.425,77 pesetas por su expropiación; y al único inquilino, Juan Dapena González, indemnizó por su marcha con 3.180 pesetas.

Dos años después, los herederos del boticario Feijóo, amantísimo propietario del loro Ravachol, aceptaron la expropiación de la casa nº 1 previo pago de 131.699,70 pesetas. Además, Carlos Feijóo Méndez recibió una indemnización de 25.000 pesetas por abandonar su vivienda habitual, de acuerdo con la documental existente.

Sin embargo, Emilio y Eladio Suárez González ofrecieron una resistencia numantina a abandonar la casa nº 3 y su desencuentro con el Ayuntamiento pasó de la expropiación al desahucio. Finalmente el Tribunal Supremo dictó en junio de 1948 la sentencia definitiva, que resultó favorable a los intereses municipales.

A pesar de contar con esa resolución judicial contraria, los hermanos Suárez negociaron a cara de perro y tardaron nueve meses en aceptar una valoración definitiva: el bajo se tasó en 20.000 pesetas; el primer piso en 25.000 y en 7.500 pesetas la buhardilla. Y aún obtuvieron otras 20.000 pesetas más como indemnización por abandonar su negocio allí instalado. El Ayuntamiento prefirió pagar esta última cantidad por temor a un nuevo pleito, que dilataría aún más el deseado alineamiento de Michelena.

La subasta pública del magnífico solar resultante de la unión de los tres solares se anunció en 1949 a un tipo de licitación de 255.288,30 pesetas. Los contratistas más importantes de esta ciudad, desde Benito Malvar Corbal, hasta Porfirio Diz Baltasar, siete en total, no pasaron por alto la oportunidad de hacerse con aquella perita en dulce.

El Ayuntamiento obtuvo de una pugna nunca vista, casi el doble del precio tasado: 462.076,32 pesetas, la puja más elevada que ofrecieron al alimón Victoria Pazó Montes y José Olmedo Reguera (Inmobiliaria San Fernando). Allí levantaron luego la casa más alta de la ciudad en su tiempo, con un proyecto firmado por el arquitecto municipal, Emilio Quiroga Losada, que dio mucho que hablar, como ya contamos aquí.

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