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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

La felicidad viene con el frío

Sol, playa y aguas de color azul turquesa en una isla del Caribe dibujan la imagen convencional de la dicha para aquellos que sueñan lo que harán cuando la lotería les toque. Pero la ONU no está de acuerdo. Lejos de ese idílico paisaje, la felicidad parece estar vinculada más bien al frío y a los cielos encapotados, según el último índice anual de bienestar que este mismo mes ha difundido Naciones Unidas.

Llama desde luego la atención que los vecinos más felices del planeta vivan en naciones de abrigo. La más dichosa de todas ellas es la gélida Finlandia, donde el termómetro suele estar a bajo cero durante el invierno y apenas alcanza los 20 grados de media en verano. Comparten el podio, a continuación, Noruega, Dinamarca e Islandia, nombre este último que viene a significar "tierra de hielo", por si aún quedaban dudas.

Por contraste, la caliente Venezuela ocupa el puesto 102º de un total de 156 países a los que la ONU escrutó su grado de felicidad. Y, tirando hacia abajo, es fácil encontrar a casi todas las naciones de África, tan sobradas de temperatura como escasas de producto interior bruto.

España, caliente, templada o fría según a qué parte del mapa se mire, ocupa un discreto lugar 36º en esta clasificación universal del gozo, por debajo del México lindo, de Guatemala y del Brasil exuberante de vegetación, samba y garotas de Ipanema. Y, lógicamente, más atrás que casi todos los países de la Europa del norte y el centro.

Se conoce que la suma de sol, exotismo y socialdemocracia no es bastante para aupar a un país a la cumbre de la felicidad, por más que no opinen lo mismo los 82 millones de visitantes que lo han convertido en segunda potencia turística del mundo.

Será que eso de medir la felicidad de los pueblos y las naciones es tarea ardua, dado que se trata de una frágil y cambiante variable del estado de ánimo más que de un concepto objetivo.

Aducen a su favor los expertos en bienestar de la ONU que sus cálculos no están hechos al tuntún, sino mediante el uso de indicadores tan precisos como la riqueza, el cuidado de la salud, la educación, la libertad o el apoyo a los más desfavorecidos. El clima no les da frío ni calor, aunque sorprenda que los países a la cabeza de la clasificación compartan temperaturas tirando a bajas o muy bajas.

La fórmula es más escueta en España, donde la felicidad se ha cifrado tradicionalmente en la suma de salud, dinero y amor. De lo primero no va mal este país, a juzgar por la notable longevidad de sus habitantes; pero también es verdad que el dinero no sobra y el amor es una variable de difícil, si no imposible medición.

Algo influirá, en fin, el hecho de que casi todos los países del Top Ten de la Felicidad elaborado por la ONU sean, además de fríos, muy ricos. Ahí pudiera estar la clave. La riqueza padece de mala fama -sobre todo entre los que no la poseemos-, pero no hay noticia de que alguien la rechazase, llegado el caso. Lo expresaba abruptamente Jules Renard cuando zanjó una discusión sobre el asunto con la frase: "Si el dinero no te da la felicidad, devuélvelo", que al parecer no fue atendida por sus interlocutores.

A los países mal clasificados en esa Liga de la Dicha nos queda, aun así, el consuelo aportado por Jardiel Poncela cuando sentenció que solo hay dos caminos para alcanzar la felicidad: hacerse el tonto o, mejor aún, serlo. Lástima que la ONU no haya tenido en cuenta este factor.

stylename="070_TXT_inf_01"> anxelvence@gmail.com

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