Así pues, y por si alguna duda quedase todavía de que la mayoría de los ejercientes en el oficio político pierden el oremus -y a veces la vergüenza- en cuanto las campanas tocan a urnas, podría bastar a modo de muestra un botón de la pechera de don Pedro Sánchez. Porque tras ella está el propio secretario general del PSOE, partido que congeló pensiones, y de facto las redujo durante su gobernanza y que ahora, cuando lo hace el PP, habla de la "dictadura del 0,25%" aprovechando el lógico malestar de millones de personas que padecen la situación.

Pero el cinismo que conlleva olvidar -intencionadamente- la propia historia se desmadra cuando el dirigente socialista, que apenas habló durante estos años de la situación de los pensionistas -y siempre en circunstancia electoral, lo que ni aun así le proporcionó réditos a juzgar por el resultado- alardea ahora de solidario y propone subir "a los diputadas/os y senadores/as lo mismo que a los pensionistas". Se ignora por qué excluye en la solidaridad a los miembros de las Cámaras regionales o a los cargos oficiales de libre designación o, ya puestos, incluso a los presidentes autonómicos y sus gobiernos.

La ocurrencia no ha sentado demasiado bien entre sus propios compañeros de partido, aunque los más ambiciosos -que para logrvar sus objetivos siempre le dan la razón al jefe- han tratado de que no se les notase una sonrisa de aprobación demasiado forzada. Y cara al gran público, a la gente del común, se ha recibido en general como lo que realmente es: la típica maniobra electoralista que trata de aprovechar una situación concreta y con aguas revueltas previamente para pescar votos en la corriente. Muy propio, dicho sea de paso, de los personajes sin credibilidad.

Claro que, hablando de dinero y percepciones -asunto que gusta muy poco a todos los del oficio, sean del color político que sean- el secretario general del PSOE podría haber propuesto en señal de solidaridad con todos los ciudadanos -y ya no solo con los pensionistas- que las retribuciones de parlamentarios y gobernantes tuviesen relación directa con el salario medio de los representados. Y que, verbigratia, no sobrepasaran una vez y media, como mucho dos, la media salarial del país. Y, además, renunciasen a sus muchos privilegios.

Es curioso, porque hasta ahora casi nadie ha hecho gesto alguno de solidaridad, salvo en Galicia por ejemplo, donde se ha hablado de ello alguna vez. E incluso aquí llegó a modificarse el caso asombroso de los altos cargos que, si fuesen funcionarios, conservaran su complemento al ser cesados. Y también decidieron los diputados/as ajustar los salarios a una cierta ejemplaridad tras conocerse que casi la mitad de sus percepciones estaban libres de impuestos por corresponder a dietas o kilometrajes. Claro que al solidario Sánchez nada de eso -ni de las ventajas de los parlamentarios a la hora de jubilarse contando con un periodo concreto de años de ejercicio- se le ha ocurrido hasta ahora.

Caramba.