Atentos todos los fieles que quedéis de la Colegiata, que no debéis de ser muchos con el maremoto de descreimiento que nos invade. Atentos al menos lo que tengáis curiosidad histórica por los edificios de vuestra ciudad o al menos por aquel en el que fuisteis bautizados de la mano de vuestros padres. Yo estoy alborozado porque el querido pater Moisés Alonso Valverde, párroco de la Colegiata, que me guió de niño por las sendas de Dios aunque haya sido luego un mal cristiano, me envió el libro de los 200 años de esa neoclásica Concatedral de Santa María de Vigo, escrito por Francisco Javier Ocaña Eiroa, profundo conocedor del Románico y fotógrafo infinito por la España toda de sus huellas, y la colaboración de Ramón Izquierdo Perrín. Si leéis este libro, bien ejecutado porque ni se excede ni se queda corto, conoceréis todo el caminar de La Colegiata desde sus comienzos hace 200 años y sabréis cosas como que fue elevada a tal rango en 1497 e inhabilitada después, en el Concordato de 1851, y nombrada Concatedral en 1959, convirtiéndose en la parroquia más emblemática de Vigo y la segunda de Tui-Vigo tras la catedral de Tui. Ya dice Moisés (el nuestro, no el bíblico) que su construcción duró 23 años con alternancia de parones por guerras, carencia de medios, problemas y pleitos.

Monumental José Suárez

Hoy no hablo de gastronomía sino de libroterapia (palabra que me invento), y es que ayer fue un día de especial gozo editorial para mí porque, aparte del libro sobre la Colegiata, recogí otros dos que me esperaban hace días y guardaba solícitamente Mar Marcos en las oficinas de FARO en Vigo. Uno es el monumental estudio sobre el fotógrafo de Allariz José Suárez, que acompaña a una magna exposición de la que Manuel Sendón y José Luis Suárez Canal son comisarios y que anda viajando por principales ciudades del mundo aunque yo la he admirado en Salamanca, expuesta en tres grandes salas de la Universidad y Hospedería Fonseca. Gracias a Ana Isabel Vázquez Reboredo, directora de la Fundación Cidade da Cultura de Galicia por este libro tan bien documentado y poblado fotográficamente.

La pluma alada de Ovidio

Y un tercer libro que tenía ahí a la espera es una trilogía del baionés Ovidio Leiva Baspino, que tengo idea de que vive ahora por el Baixo Miño. De la cosecha de 1954, no conozco más que por teléfono a este escritor que en los años 70 llevaba largas y áureas melenas y ahora poblada y cuidada barba blanca. Me dicen que se crió entre Ferrol y San Lúcar de Barrameda y se refugió en la belleza del Baixo Miño tras recorrer medio mundo. En ese sentido su caso me recuerda al de Pablo Novoa, escritor también y viajero incansable que, tras la muerte de su mujer, buscó en su casa junto al Miño un espacio paradisíaco para su voluntario apartamiento. Lo que quiero decir de Ovidio Leiva, cuya trilogía estoy empezando a leer, es que me admira la riqueza de su prosa, la cultura que emana de sus profundidades, la capacidad descriptiva de espacios, ambientes o situaciones. Todavía no puedo valorar el atractivo del argumento narrativo pero prometer, promete.

Y de Vigueses Distinguidos

Y, si ayer tuve el placer de moderar la tertulia de la Fundación Vigueses Distinguidos, que trajo a Tomás Palacios, director de esa terminal de contenedores viguesa TERMAVI, vital para esta ciudad, hoy me voy a la comida en el Mosquito que tienen estos distinguidos por la Festa da Reconquista. Aclaro que yo no soy distinguido por nada pero me dejan olisquear en sus actos y el de ayer con Palacios nos permitió valorar más lo que tenemos en el puerto.