Resulta de lo más dañino para la convivencia pretender pasar por bueno y señalar a los supuestos malos, y no dudar en utilizar un prevalencia de poder que también te puede encumbrar como provocar el mayor de los descalabros en un futuro inmediato. Y aunque siempre estuvo presente en los pensamiento, más de unos que de los otros, la inmensa mayoría de los comunes ourensanos, el futuro Plan Xeral de Ordenación Municipal, o lo que viene ser los mismo, el modelo de ciudad que se quiere desarrollar, vuelve por sus fueros polémicos y de controversia interesada y partidaria, repito, de unos pocos, aunque afecta a unos muchos. Y como no, se desataron las hostilidades entre la clase política municipal. Y las acusaciones subieron la tonalidad. Clamorosa fue la del alcalde, Jesús Vázquez, que señaló a los tres grupos de la oposición culpables de que la ciudad tenga a día de hoy vigente el plan de 1986. Eso si que es socializar perdidas y señalamiento judicial de responsabilidades, por cierto, nunca asumidas. Desde que el Tribunal Supremo anuló el plan de 2003, la ruta del urbanismo ourensano estuvo abonado de anulaciones. La ordenación provisional, el plan especial de As Burgas, y el expediente de expropiación. Ese si que es un palmares, y no el de los medallistas. Bueno, pues ahora sobre la mesa un documento, con aprobación inicial por el gobierno socialistas y con modificaciones, no sabe uno si el apellido es el de sustanciales, que introduce el gobierno del popular, y a la espera de ser aprobado, pero para eso es necesaria una mayoría que el PP no tiene, y su búsqueda se convirtió en una travesía de lo más tortuosa. Se supone que cada grupo político tiene la legitimidad que le dan los votos de plantear su modelos, y de exigir los que consideran oportuno. Y por lo visto hasta ahora, nadie puede negar que se trata de un plan con luces, pero también con demasiadas sombras, alturas de vértigo y algunas cosas más... ya saben, que le voy a contar.