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tRIBUNA LIBRE

El MARCO y la política cultural de la ciudad

Abundan en la ciudad los museos, casas de arte y cultura, institutos, fundaciones, bibliotecas, sin contar los de titularidad estrictamente privada (principalmente bancaria) y un gran número de asociaciones culturales. La mayor parte de aquellos son municipales o utilizan locales del Ayuntamiento y/o financiación municipal. Por ello es obvio que una acción cultural eficaz, que utilice plenamente la infraestructura existente no puede ser ejecutada de espaldas al Concello o contando solo con el apoyo económico del mismo.

Por el contrario, al Ayuntamiento corresponde un papel muy importante en dicha acción cultural que consiste en participar en la definición de la misma en el seno de un gran patronato o consejo y coordinar, apoyar y financiar. Así se logra un grado de objetivación que extrae a la cultura de la confrontación política y se evita la arbitrariedad y opacidad de decisiones adoptadas por órganos administrativos. Por otra parte es obvio que definir una política cultural excede la competencia de una concejalía de cultura.

Frente al carácter en cierto sentido estático de la mayoría de los espacios culturales públicos de la ciudad (por sus dimensiones, arquitectura, ubicación o muy marcados por su destino cultural) que los hace principalmente aptos para exposiciones y depósito de objetos culturales, el MARCO ofrece un marcado carácter dinámico, por sus amplios y versátiles espacios y situación privilegiada. En mi opinión, debería ser el espacio central que albergase la armonización de la política cultural en Vigo, al servicio de las otras unidades de la red, potenciando y haciendo más visibles sus actividades. En cierta medida, el cerebro de la cultura en la ciudad, no solo plástica, evidentemente, sino literaria y del texto en general. Un lugar privilegiado de crítica y de herramientas para el pensar.

El MARCO ha actuado hasta el momento como el museo de arte contemporáneo de la ciudad. Dejando a un lado la idoneidad del sintagma grandilocuente "arte contemporáneo", contemporáneo es para el hombre todo lo que le influye y modifica y, su carácter en cierto modo vacío o variable según el paso de las generaciones (¿Cómo serán las denominaciones dentro de cien años?). Hay que entender como referencia de aquel las corrientes que en los últimos cincuenta, primeros sesenta supusieron una rotura con el arte moderno: minimalismo, conceptualismo y ya después videoarte y la actual proliferación de performances e instalaciones de todo tipo. En todo este variadísimo universo predominan unos conceptos fundamentales: rotura con la definición estética del arte, ausencia en consecuencia de principios objetivos para juzgarlo y dependencia de un discurso lingüístico o filosófico que integre y dé significado a la mera yuxtaposición objetual. Y por tanto variable según cada espectador. Se llega a decir que arte es lo que hace el artista en su taller y que el arte es un proceso.

Este discurso que incluso se vincula a la física o a las matemáticas es, aplicado a las obras singulares, y cualquiera que sea la importancia de éstas, de una banalidad absoluta y, además sitúa a dichas obras fuera de la historia del arte (desde el paleolítico al pop art y hasta ahora). En realidad estamos antes fenómenos que, por sugerentes que puedan ser, exigen otro nombre lo que evitaría equívocos y discusiones inútiles. Sus autores deberían ser coherentes con las consecuencias ineludibles que se siguen de sus preconceptos.

Por todo lo anterior y porque Vigo no es Nueva York, es imposible mantener una línea de calidad que justifique el monopolio de utilización del museo por los procesos y experiencias "contemporáneos". Ello es un despilfarro de recursos públicos y una pérdida de posibilidades que hipoteca una política cultural como la apuntada.

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