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Ilustres

Curros Enríquez en piedra y bronce

El 7 de marzo de 1908 fallece en La Habana Manuel Curros Enríquez. El 31 del mismo mes su cuerpo llegaba A Coruña, a petición de la Academia Gallega que presidía Manuel Murgía, para cumplir con su deseo de ser enterrado en su tierra.

A partir de estas fechas los homenajes en honor del gran poeta se multiplicaron por toda Galicia, dejando algunos como testimonio interesantes obra de arte que ponen de manifiesto la consideración y admiración de la que siempre ha gozado la figura del escritor.

El 1904, cuatro años antes de su fallecimiento, Curros es coronado en A Coruña en un acto sin precedentes en cuanto al elevado número de asistentes, siendo la mayoría de ellos destacadas personalidades del mundo de la cultura. Este acto nos dejas ya un legado artístico en el que se combina el arte de la escultura con el de la orfebrería en una interesante corona diseñada por Isidoro Brocos y llevada al metal por el artesano joyero Pedro Menlle. Isidoro Brocos era un escultor costumbrista cuya preocupación social de algunas de sus obras trasluce el regionalismo que se estaba fraguando en el arte gallego. Es probable que el encargo de ejecutar la corona se deba a su proximidad a este movimiento y a su implicación en los actos celebrados para la coronación del poeta.

La obra en plata y oro es de factura clásica, pero introduce un guiño al regionalismo al combinar la rama de laurel, que coronó la cabeza de los poetas desde la antigüedad, con la rama de roble, el árbol gallego por excelencia. Ambas unidas por una cinta con la dedicatoria y como broche una medalla con la efigie de Curros sobre una lira, símbolo de la poesía, y el escudo de Galicia. La corona en la actualidad se exhibe en la Fundación Curros Enríquez de Celanova, pero es propiedad de la Academia Gallega desde que en 1978 fue traída a España después de varias gestiones diplomáticas con Cuba.

A los pocos días del fallecimiento del poeta se desata en los ambientes culturales de Galicia y en algunos países de América unas ansias entusiastas de promover actos y levantar monumentos encaminados a exaltar al escritor y a perpetuar su memoria. Asociaciones e intelectuales competían en ideas y todos ellos tropezaban en la misma piedra: la falta de recursos económicos. Este escollo en unas ocasiones convirtió en irrealizables algunos proyectos y otros los dilató en el tiempo más de lo deseado.

Al día siguiente de conocerse el óbito, la Academia Gallega y la Asociación de Prensa coincidían en que había que gestionar el erigirle un monumento. Mientras, en Argentina consideraban interesante la creación de unas escuelas dedicadas a su memoria y el diario La Marina de La Habana pensaba en un monumento fúnebre. Paralelamente se crea en Lisboa una comisión promonumento para erigirle en su villa natal de Celanova una estatua o una lápida de piedra o bronce.

Independientemente la Sociedad La Oliva de Vigo crea otra comisión para levantarle un monumento en la ciudad. Esta tendrá mayor éxito que las anteriores a la hora de convertir en realidad el proyecto, ya que en 1910 se colocaba la primera piedra y en 1911 se inauguraba con gran parafernalia de discursos y con una procesión cívica a la que asistieron instituciones, escritores y público en general. En un principio la comisión había pensado en el escultor Querol como artífice de la obra por su prestigio en el campo de la escultura pública, pero al impedirle sus innumerables encargos aceptar este, el mismo les recomendó al sevillano Coullaut Valera, prolífico también en este campo y que solía gustar a promotores y burguesía por el carácter narrativo y anecdótico de sus obras. Coullaut Valera concibe el monumento en mármol. El cuerpo central del pedestal insinúa forma de lira y en su cara principal lleva un relieve con una joven gallega tañendo el mismo instrumento; los laterales los adorna con guirnaldas de rosas. El busto que corona el conjunto muestra un retrato en el que el artista no alcanzó a captar plenamente la fisonomía del poeta.

En 1913 un grupo de intelectuales orensanos entre los que se encontraban las poetisas Sofía Casanova y Filomena Dato erigieron en Ourense, a la orilla de Miño un pequeño monolito sin valor artístico, solo testimonial, a las Ondas del Miño para que velasen por la inmortalidad del escritor. En 1935 desapareció del lugar.

En 1921 en A Coruña se van unificando criterios en torno a la idea de levantar un monumento y se desiste de otras ideas propuestas. Al año siguiente el ayuntamiento le asigna un lugar para su ubicación y recomienda el granito como material. Se colocó la primera piedra con gran pompa que incluyó una procesión cívica y discursos.

Mientras, en Ourense se sigue hablando de la necesidad de dedicarle un monumento. Se piensa en construir un Mausoleo de Hombres Ilustres, propuesta pronto rechazada por inviable. Dos años después, en 1927, se opta por un monumento escultórico que se erigiría en Celanova, así se procede a la colocación de la primera piedra con gran solemnidad.

En 1928, después de varios avatares, se contrata a Francisco Asorey para la realización del monumento de A Coruña que es inaugurado, superados algunos contratiempos, en 1934 por el presidente de la República Alcalá Zamora. Esta obra se convirtió en una de las más destacadas de Asorey tanto por su valor estético como simbólico. Desde el punto de vista del primero, el escultor aplica conceptos que estaban en boga en la escultura europea del momento como los rodinianos que se perciben en la figura del homenajeado a los expresionistas de los relieves, sin olvidar la aportación románica tan presente en su obra. En lo referente a los simbólico capta con maestría en los diferentes relieves el esfuerzo y el trabajo de las gentes gallegas y los vicios del caciquismo opresor. Todo ello reforzado por el granito, material gallego de referencia, que reafirma visual y alegóricamente todo el conjunto.

Celanova tendría que esperar hasta 1951, año de la celebración del primer centenario de Curros, para ver hecho realidad su homenaje. El artífice, igual que en el anterior, fue Francisco Asorey que esculpe un busto en la línea de los modelos de su última época en la que el bronce aparece apenas pulido en el atuendo, mientras la cabeza, más trabajada, recoge el gesto altivo del escritor. La inauguración, al igual que en casos anteriores, contó con la presencia de destacadas personalidades del mundo de las letras y de instituciones.

(*)Doctora de Historia del Arte

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