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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

También Mao marca goles

Sobrados como van de dinero contante y sonante, los chinos vienen comprando desde hace años fábricas, edificios, astilleros y casi todo lo que se les ponga a tiro de chequera en cualquier lugar del mundo. Ahora empiezan a ser también los amos del fútbol; y esas ya son palabras mayores. Estamos ante un asunto de interés nacional.

Empezaron por comprar, tímidamente, participaciones en clubes españoles; y al final han caído en la cuenta de que les sale más a precio adquirir la Liga propiamente dicha o, lo que es lo mismo, sus derechos televisivos.

El fondo de inversión Orient Hontai, con sede en Pekín, está a punto de hacerse con más de la mitad del capital de Mediapro, que gestiona los derechos de transmisión del fútbol en España: tanto en lo que toca a la Liga doméstica como a la Champions League.

Si el acuerdo se cierra con el visto bueno de la autoridad competente, el fútbol español -tan racial en tiempos de Zarra y Sabino- pasará a depender del criterio de los herederos de Mao Tse Tung, lo que no deja de ser una revolución. Solo es de esperar que no adapten los horarios de la competición, ya bastante estrambóticos, a las conveniencias de su multitudinario público asiático.

Esto se veía venir. Ni aun los hinchas más ilustrados del balompié conocerán, probablemente, el nombre de algún equipo de la Liga china; pero lo cierto es que varios de ellos pagan bastante más que el Real Madrid. O el Barça, o cualquiera de los dos Manchester.

Prueba de ello es que cinco de los diez jugadores mejor pagados del mundo militan en la remota -y desconocida- Liga de la China Popular. Hasta no hace mucho, el futbolista con la segunda nómina más cuantiosa era el argentino Carlos Tévez, cuando prestaba sus servicios de pie y cabeza al Shangai Shensua. Un equipo al que hay que suponer muy pocos seguidores fuera de China, aunque eso no importe en términos numéricos, dado que los chinos son muchísimos.

Ese mercado multimillonario del patadón ha cerrado ya otros fichajes no menos sorprendentes. El cuarto futbolista en el ranking de sueldos mundiales es, por ejemplo, un tal Óscar, que levanta 24 millones de euros al año por jugar en el Shangai Sipg. Y aun hay más entre los diez de la fama. El séptimo es el brasileño Hulk, también del Shangai Sipg, con 20 millones de bolsa; y el décimo, el italiano Graziano Pellé, del Shandong Luneng, que gana dos millones de euros por cada gol que marca en la portería contraria.

Con semejante poderío económico, parecía inevitable que los capitalistas de la comunista República Popular de China pasaran de comprar jugadores a adquirir ligas al completo, que es lo que están cerca de hacer ahora en España. Para qué andarse con menudencias.

El dinero, que se hizo redondo como las monedas y el balón para que el mundo gire, es lo que mueve voluntades, según advirtió hace ya cinco siglos el genial Quevedo en su oda al Poderoso Caballero. Quienes lo tienen ahora, y en abundancia, son los chinos que han convertido a su país en la fábrica del mundo. Fácilmente se comprenderá, por tanto, que estén irrumpiendo con la fuerza irresistible de su parné en un negocio de tanto presente y futuro como el del fútbol. Más pronto que tarde, habrá que aprender cómo se dice gol en chino mandarín.

stylename="070_TXT_inf_01"> anxelvence@gmail.com

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