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El campeón del 155

La desconfianza entre los socios independentistas

Aunque resulte ocioso decirlo, Puigdemont es el más firme defensor de la vigencia del 155. Su campeón a la fuerza. Mientras haya precepto constitucional, hay esperanza de seguir minando. La Generalitat intervenida es su única "raison d'être" (dicho sea en su lengua de adopción) y lo de menos es recuperar el autogobierno, porque eso depende de una institución invasora.

Sin embargo, como levantar el precepto es la prioridad de ERC, y sin los republicanos no hay nisos, el bloqueo institucional continúa. Por eso cada vez que las negociaciones avanzan, el libertador se saca un nuevo conejo putrefacto (en términos políticos) de debajo del flequillo.

La propuesta de abdicar en Jordi Sànchez, filtrada interesadamente esta semana por la candidatura, lo demuestra. Al expresidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), en prisión, solo le espera más prisión y, en un mes o dos, la inhabilitación cuando se dicte auto de procesamiento.

Más alternativas: tienen a Elsa Artadi, aseada y bendecida por Harvard. Y a Turull, que ya no está a la sombra, pero quedará inhabilitado en cuanto se le procese. Y en fin, si no siempre disponen de Junqueras: quién mejor que el mosén, asimismo entre rejas, para protagonizar la peli de la investidura imposible.

La cosa es entorpecer y revolver, nunca tomar las riendas de la situación, devolver el 155 a su lugar entre el 154 y el 156 y gobernar con la mayoría absoluta de la que el independentismo dispone. Lo lógico después de salir reforzados de unos comicios "impuestos", sí, pero consentidos con alegría.

Puigdemont solo se hará a un lado si su sustituto no rebaja el pressing sobre ERC. La más hiriente desconfianza se ha instalado ya entre los socios. La "lista del president" está "perpleja" por las "renuncias" de Esquerra al "full de ruta" y a los mandatos del 1-O y el 21-D (y fijo que se me olvida alguno).

Pero los republicanos andan igual de escocidos. Marta Rovira acaba de pasar por el despacho de Llarena y se ha librado de ir a la cárcel por 60.000 euros. Ni a ella ni a ellos les llega la camisa al cuerpo y piden "generosidad". Así que lo mismo el "inminente" acuerdo que vendían estos días se troca en divorcio sin acuerdo ni para repartirse la vajilla. Y así, sacrificado y todo, gana Puigdemont.

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