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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

Arte viajero

"¿Cómo llegó hasta allí? ¿Por cuántas manos pasó? ¿Por qué y para quién fue pintado? ¿Qué es lo que realmente sabemos de lo que el cuadro representa? ¿Cuáles son los significados que el tiempo ha ido añadiendo? ¿Cuál ha sido la peripecia vital de este cuadro? ¿Quiénes han sido sus dueños? ¿Cuáles son los motivos por los que el rastro del cuadro se pierde y reaparece años después? ¿Cuál la aventura, cuál la leyenda y cuál la historia de quienes lo poseyeron, lo miraron, lo interpretaron?? Y, naturalmente, la pregunta machadiana: ¿Cuál es el valor de la obra y cuál el precio, quiénes fueron los que la apreciaron y quiénes los que simplemente pagaron por ella un precio por el simple afán de poseerla? En conclusión: ¿Qué sabemos de 'la cosa' y cuál ha sido el camino recorrido?" Son las preguntas planteadas por Fernando García Serrano ante una obra de arte, con el propósito de desentrañar su trance vital y sus significados ocultos. Las esboza en su libro Robos, expolios y otras anécdotas del arte viajero (Barcelona: Larousse Editorial; 2017), libro que ha llegado a mis manos gracias al acertado obsequio de mi dilecto amigo el ciudadrealeño Luis Calahorra Fernández. Su lectura me da pie al suelto de hoy y con mucha probabilidad a otros posteriores. García Serrano es en la actualidad profesor de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Complutense de Madrid, antes lo fue en la Facultad de Bellas Artes; desarrolló una larga carrera en Radio Televisión Española, en la que fue programador, redactor, guionista y director de programas como Milomanía (1994-1999) o Palabra por palabra (2005-2008); también dirigió el proyecto El museo imaginado (2000). En el texto citado, el autor hace un repaso de las causas que desencadenaron los viajes de las obras de arte: intercambios, transacciones, subastas y otras formas del mercado de arte, saqueos, botines de guerra, expolios de potencias dominantes, restituciones, robos, vaivenes patrimoniales, coleccionismo, museos, préstamos para exposiciones, atentados y violencia destructiva? Todas ellas condicionadas y condicionantes del enorme valor material de las obras y de que se hayan convertido en motivo de fascinación, poder o aureola social. Ante lo inabarcable del tema, García Serrano selecciona veinte obras conocidas y representativas, cuya peripecia vital relata de forma muy atractiva y dinámica. Entenderán que en este suelto he de limitarme a dar noticia de esta publicación y poco más, así que no dejen de leerla, me lo agradecerán y les dará pie a otras interesantes lecturas.

Cuando una obra viaja para ser exhibida en otro lugar, a pesar de todas las precauciones que se tomen, se somete a diversos riesgos y contingencias, entre los que está un segundo viaje al ser robada. Según las organizaciones especializadas internacionales, el tráfico de arte es el tercero de las transacciones ilícitas mundiales, después de las drogas y las armas. Se ha publicado que el mercado de arte robado mueve unos diez billones de dólares anuales. Una vez robadas las obras, al ser identificables, una parte de ellas termina en colecciones privadas; otras piezas son utilizadas, a modo de cheques bancarios, para el intercambio en el mercado negro como contravalor en drogas o armas. No obstante, la atribución a mafias es a veces un simple recurso, como se ha demostrado en casos bien conocidos. Uno de ellos, bien notorio, fue el robo cometido en 2010, en el Museo de Arte Moderno de París, en el que fueron sustraídas obras de Picasso, Matisse o Leger. Inicialmente se creyó que había sido la mafia corsa, después resultó que la sustracción había sido realizada por el famoso delincuente Vjéran Tomic "Spiderman" y sus cómplices, por encargo de un anticuario. Estas obras, valoradas en unos cien millones de euros, aún no han sido recuperadas. Del total de las obras expoliadas, en todos los países, solamente se rescatan entre el 2 y 10 por ciento y, lo que es aún más grave, una buena parte no solo no se recobran sino que son destruidas, al verse acorralados los ladrones o ante la imposibilidad de vender las piezas sustraídas. Tampoco me sustraigo de nombrar a grandes ladrones míticos, llevados al cine, entre los que está el popular René van den Berghe, alias "Erik el belga", cuyos robos se centraron en el patrimonio eclesiástico español, hasta responsabilizarle del tráfico de unas 6.000 piezas. Una de ellas, con cuyo robo se le ha relacionado, son las tablas de los reyes de Israel, ejecutadas en el siglo XV por Pedro Berruguete para la iglesia de Santa Eulalia de Paredes de Nava (Palencia), consideradas obra maestra del escultor. Las pinturas fueron sustraídas en noviembre de 1979 y localizadas un mes más tarde en un pueblo de Parla (Madrid), ocultas en un doble tabique junto a un gran número de obras de arte sacro, ya embaladas y dispuestas para su traslado y venta. El propio Eric confesó que pudo realizar los robos en las iglesias españolas gracias a las insuficientes medidas de seguridad.

La The Internacional Foundation of Art Research (IFAR) creó en 1991 un registro de obras de arte perdidas, Art Loss Register, magnifica base de datos de piezas robadas, que dificulta su comercialización. La Interpol, desde 1947, publica una notificación de las obras robadas y recuperadas, y la facilitan a los organismos y ciudadanos con derechos otorgados. La custodia y conservación del Patrimonio Histórico Español corresponde a la Administración del Estado, según establece la Constitución Española, a través del Ministerio de Cultura y las Comunidades Autónomas que han asumido estas competencias. La Policía Nacional dispone de una Brigada de Investigación de Patrimonio Histórico, creada en 1977, coordinada con todas las unidades policiales periféricas y los responsables y delegados de Patrimonio Histórico. Asimismo existe un Registro General de Bienes de Interés Cultural.

El inmenso y valioso patrimonio artístico español, concretamente el de Galicia y, de forma particular, el ourensano, sobre todo el patrimonio de la Iglesia, han llevado a que de forma continuada muchas de sus obras hayan formado parte del "arte viajero". En unas ocasiones, porque las obras, dado su gran valor e interés son solicitadas desde muchas localidades españolas y de todo el mundo para formar parte de exposiciones monográficas o para ser exhibidas en salas y museos de gran prestigio. En otras coyunturas, por haberse convertido en fácil diana de todo tipo de robos y ventas fraudulentas, cometidos pese al gran esfuerzo y medidas que realizan los responsables. En la Diócesis de Ourense, se han catalogado y fotografiado todas las piezas, al tiempo que se custodian las más valiosas y se recomienda su utilización en días señalados. Del conjunto de robos de arte sacro en nuestra Diócesis hizo un acertado reportaje X.M del Caño en este mismo medio ( Faro de Vigo, 22.02.2017) recogiendo los datos que le facilitó el Delegado de Patrimonio de esta provincia y colaborador de este periódico, don Miguel Ángel González García. En unos casos las piezas son de gran valor artístico, en otros tienen un significado afectivo y estima devocional. Uno de estos robos fue el muy sentido y doloroso de la Virxe do Cristal de Vilanova, que conllevó el asesinato del párroco Adolfo Enríquez, cometido en 2015.

Pongamos dos ejemplos concretos de maneras distintas de "arte viajero". Un paradigma de "arte viajero" por doble motivo -presencia repetida en exposiciones y hurtos-es el frontal, retablo o arqueta de esmaltes de Limoges, datado a finales del siglo XII y conservado en el Tesoro de la Catedral de Ourense. Es un conjunto excepcional de 53 piezas de cobre dorado y esmaltado a lo champlevé, con representaciones de la Virgen, los apóstoles, San Martín de Tours y otros santos, ángeles y elementos arquitectónicos y ornamentales. Entre otros muchos ha sido estudiado por Enrique de Leguina ( Esmaltes Españoles, 1909 -un precioso ejemplar se aloja en mi biblioteca, adquirido en 2008 por un precio insignificante-), Josefa Gallego Lorenzo ( El frontal de Limoges de la Catedral de Ourense, 2001) y por el propio director del Museo donde se alberga, Miguel Ángel González, en este periódico ( Los esmaltes de Limoges de la Catedral. Faro de Vigo, 18.12.2016). En esta última publicación, el autor hace un atinada y documentada recopilación de su descripción, historia, estudios, exposiciones en que figuró y robos e incidencias. Según él, desde 1908 hasta la actualidad viajó el conjunto o alguna de sus piezas para nueve exposiciones de primerísimo orden, la ultima en 2016, para la Martín de Tours, le rayonnement de la Cité, Musée des Beaux Arts de Tours. Asimismo, enumera diferentes robos, unos no documentados, otros sí; unos con recuperación de las placas y otros no. Tal es el caso de la figura central del Pantocrator, en la que Estado no ejerció el derecho de retracto, y hoy se conserva en el Museo Getty de Los Ángeles. El último robo fue el efectuado en 1974, con motivo de la exhibición del conjunto en la Exposición del Centenario de Silos. Madrid. En el transcurso de la muestra desapareció la placa que representaba a Santa María. Después de una serie de peripecias fue detectada por la Interpol y devuelta en 1993. La recogió el propio don Miguel Ángel -que es el que me facilitó su fotografía aquí reproducida-. Un viaje de ida tortuoso con vuelta feliz.

Un ejemplo de un viaje leal sin incidentes fue que hizo el cuadro El afilador (1635), del pintor ourensano Antonio Puga (1602-1648). Se trata de un óleo de 73x92 cm, que viajó desde San Petersburgo, donde se conserva desde 1816 en el Museo del Hermitage, hasta Ourense, para formar parte la exposición inaugural del Centro Social Caixanova (hoy Afundación), en nuestra ciudad. La extraordinaria muestra se exhibió desde noviembre de 2005 hasta enero de 2006 bajo el título Ourense, arte esencial de Antonio Puga aos nosos días. Con este motivo se editó un precioso catálogo, de cuyos textos y asesoramiento se responsabilizó a María Victoria Carballo-Calero. Gracias a esta feliz iniciativa, los ourensanos pudimos vivir la aventura de contemplar directamente esta notable obra del que fue el primer artista destacado y datado de Galicia, cuyo reconocimiento y estudio se deben a las investigaciones de la historiadora de arte María Luisa Caturla (1888-1984): Un pintor gallego en la corte de Felipe IV. Antonio Puga, 1952. Al final de la exposición el cuadro regresó, sin ningún tipo de problema, al museo que lo alberga.

El coleccionismo y la herencia también son motivo de "arte viajero", lleno de interesantísimas anécdotas, algunas vividas por mí mismo, mas nos falta espacio, por lo que constituirán un próximo artículo. Hoy solo hemos esbozado el tema.

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