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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

¿Es que no van a aprender nunca?

El nuevo escándalo de la industria del automóvil

La industria del automóvil va de escándalo en escándalo, pero, consciente de su inmenso poder, de su ascendencia sobre los gobiernos, no parece que vaya a aprender nunca.

Primero fue la descarada manipulación de los motores diésel por Volkswagen y otros grupos para engañar sobre la peligrosidad de los gases de escape para la salud humana.

Y ahora se ha destapado que, como parte de esa estrategia, los fabricantes alemanes utilizaron a simios, exponiéndolos a esos gases en un intento de demostrar su inocuidad.

La estrategia de los gigantes del motor recuerda a la de la industria tabacalera, que, empeñada en negar la relación entre el tabaco y el cáncer y otras enfermedades, pagó a científicos y sobornó a políticos.

Los responsables de los experimentos con simios demostraron una vez más su total falta de escrúpulos. Claro que si estaban dispuestos a exponer diariamente a los humanos a esos gases, ¿cómo no iban a atreverse a hacerlo con nuestros parientes más cercanos, que además no pueden defenderse?

No puede ser que la salud de todos tenga que depender del puro afán de lucro de ejecutivos manifiestamente amorales.

Ha hecho falta una vez más la tenacidad de un abogado estadounidense para sacar a la luz y denunciar ante la opinión pública mundial las prácticas vergonzosas de ese sector y el bien pagado lobby que trabaja a su servicio.

Entre otras cosas, sus intentos de negar que las partículas de los gases diésel tuviesen algo que ver con la incidencia del cáncer de pulmón entre quienes los soportamos diariamente en las ciudades.

El colmo de la desfachatez es la negativa, una vez descubierto el escándalo de la manipulación, a instalar los llamados catalizadores de reducción selectiva (SCR) en los vehículos dotados de ese tipo de motores.

Pero eso tenía un coste al que no estaban al parecer dispuestos los ejecutivos del sector porque les resulta más sencillo actualizar el "software".

Y porque el Gobierno de Angela Merkel, que tanta complicidad ha mostrado siempre con esa industria, no les obligó a ello, como reclamaba la propia prensa germana.

La era del motor de combustión debería tocar pronto a su fin y dejar sitio a la electromovilidad, combinada con un impulso, que tarda demasiado en llegar por culpa de otros intereses espurios, a las energías renovables. Y sobre todo con un uso mucho más inteligente y responsable, por parte de todos, del automóvil.

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