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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los matices

A la espera de que se despeje la duda sobre si habrá o no presupuestos generales del Estado para este 2018, y por tanto de saber si el ministro Montoro liberará o no las cantidades que tiene retenidas -retención en la que no pocos ven una suerte de chantaje a las comunidades autónomas- es posible que quepan algunas reflexiones. Especialmente referidas al summum de la política social, que no es sino la orientada a la creación de empleo porque casi toda la demás, al paso que van las cosas, recuperará su antigua definición y volverá a llamarse "de beneficencia".

Y no se trata de excitar la alarma entre el personal ni de ejercer el catastrofismo. Que no pocos dirían "impropio" a la luz de las estadísticas del INEM. Y de otro origen, en especial las referidas a que Galicia acaba de batir todo un récord laboral, al superar el millón de empleos creados en lo que va de legislatura, cifra que, si se analizase sin más, permitiría hablar de "milagro gallego" con esta Xunta como autora y por tanto digna de elogios y loas continuas; casi -o no- tantas como Europa se le ofreció al ministro Ludwig Erhardt, padre otro prodigio económico: el alemán.

Lo peor son los matices que, al no destacarse o ser poco citados, prestan al éxito un magnífico camuflaje que le permite aparentar aún más mérito a ese millón largo de empleos. Porque con la mirada algo más profunda se advierte que sólo un ocho por ciento, más menos, responde a contratos indefinidos y la gran mayoría de los demás, a una escala de temporalidad que va desde el año a un día, una semana o por meses, y hasta incluso por horas. Y lo peor es que, al servir muchos de ellos para matar el hambre, no se les debiera llamar "basura".

En este punto resulta preciso especificar, como ya se ha hecho en otras ocasiones, que advertir de todo eso, y al hablar de "camuflajes" no se pretende negar cuanto de bueno suponen las estadísticas, ni tampoco sembrar desconfianza. Tan sólo recoger las advertencias que la OIT -la Organización Mundial del Trabajo- formula para que el Gobierno de España, y otros varios más de la UE que siguen al pie de la letra las órdenes de Bruselas, no olviden los riesgos que implica fomentar que la idea del Estado del bienestar sea sustituida por la de la supervivencia.

No se trata de exagerar, sino de evaluar -eso sí: desde una óptica personal- lo que significa para el futuro que no se pongan los medios para atajar la crisis demográfica, ni dinamizar las economías de cada país incrementando el consumo y haciendo posible el ahorro a la vez que evitando que se desboque el déficit, pero sin hacer de ese mantra el ídolo al que hay que sacrificarlo todo. Cierto que la tarea -también la de evitar que la subvención se convierta en la última esperanza de quienes aceptar el pan para hoy a costa del hambre para mañana- es inmensa y compleja y bastantes ni siquiera la creen posible. Pero otros, antes, la han hecho y gracias a ellos, y en circunstancias aún más duras, se demostró que el bienestar no era una utopía. Claro que ellos aplicaron el viejo dicho de "creer y, a la vez, hacer".

¿O no??

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