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Santiago Lago Peñas.

Pensiones sin demagogia

En economía es bueno deslindar análisis y decisión. Definir escenarios o proyectar consecuencias es lo que busca el análisis. La decisión debe estar bien anclada en lo anterior, pero en ella se reflejan necesaria e inevitablemente los juicios de valor y las preferencias. Uno de los errores más frecuentes en el debate público es confundir los planos. Por un lado, están los que contaminan el análisis con sus prejuicios, llegando a amañar resultados. Por otro, los que hacen caso omiso a los análisis técnicos bien hechos y abrazan la demagogia. Me temo que en el debate sobre las pensiones tenemos de todo.

Por muy optimistas que seamos, la dinámica de la pirámide poblacional española plantea un reto formidable al Estado del bienestar español y gallego (en buena medida, también al europeo) Si centramos la atención en el sistema de pensiones, es evidente que ante una pirámide invertida y una ampliación de la esperanza de vida muy superior a la de la edad de jubilación, un modelo de reparto lo tiene crudo. Salvo un choque positivo e inesperado en lo económico y lo demográfico, como el boom inmigratorio e inmobiliario que vivimos en la década anterior, los números no salen. No me refiero tanto al déficit actual, que tiene más que ver con unos ingresos por cotizaciones afectados por las bonificaciones de las cuotas a la seguridad social y la mala calidad media de los nuevos empleos, como a lo que ocurrirá en los próximos treinta años de forma progresiva, a medida que el número de ocupados y de jubilados va convergiendo.

Es verdad que podemos decidir dedicar más recursos públicos a las pensiones, aumentando la recaudación o quitando dinero a otros bienes y servicios públicos. Pero muy probablemente con eso no será suficiente, so riesgo de colapsar la economía productiva o dejar desnudos otros servicios. Por eso, será inevitable que se produzca también una combinación de tres cosas: ampliación en la edad de jubilación, una mayor caída desde el último salario a la primera pensión y una actualización de las pensiones muy austera, cutre incluso, como la que ya estamos viendo. De lo que se trata es de decidir colectivamente cómo combinamos todo lo anterior (incluyendo las decisiones sobre los recursos públicos) para hacer sostenible financieramente el sistema con la calculadora en la mano. También a mí me gustaría ver las cosas de otra manera, más optimista y despreocupada. Pero las veo como son.

*Director del Foro Económico de Galicia

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