La última película de Spielberg, basada en la arriesgada lucha del New York Times y el Washington Post para publicar los llamados Papeles del Pentágono -documentos gracias a los cuales se pudo verificar cómo varias administraciones habían mentido sobre la guerra de Vietnam-, parece que se podría ubicar en lo que ahora ya es todo un subgénero cinematográfico oportunamente recobrado, en el que la prensa representa la parte heroica de la trama y el poder se regocija en su desmedida villanía. Pero a diferencia de "Spotlight", por ejemplo, donde el logro periodístico era tratado de una manera desapasionada, pues el largometraje no abusaba de imágenes ralentizadas ni mostraba conmovedores discursos sobre la indispensabilidad del oficio, sino que aparecía gente haciendo su trabajo, "Los archivos del Pentágono" (como se ha titulado en España) aborda el asunto al modo hollywoodiense, sirviéndose de aquellos elementos de la Historia que mejor encajan en la leyenda y descartando otros que podrían entorpecer la rentable efervescencia de emociones.

Jim Rutenberg, periodista especializado en medios de comunicación del New York Times, escribió que en la redacción algunos piensan que "The Post" (el auténtico título de la película) debería llamarse "The Times", ya que, en realidad, el diario neoyorquino fue el primero en dar a conocer los documentos a sus lectores y, tras las advertencias del Fiscal General John Mitchell y el auto de suspensión temporal de la publicación emitido por un juez, fue la primera institución que padeció el mayor ataque a la libertad de prensa que se había realizado hasta la fecha, como la propia Katherine Graham recuerda en sus memorias. James C. Goodale, asesor legal del New York Times en aquel entonces, se quejó hace poco en un artículo: "Es como si Hollywood hiciera una película sobre el papel triunfante del Times en el caso Watergate". Lo cierto, sin embargo, es que el Post, que todavía no se había convertido en un periódico de relevancia nacional, recogió el guante y continuó enfrentándose a la Administración Nixon, haciendo frente común con su (superior) competidor. Lo que acabó siendo una victoria no solo para la libertad de expresión sino para la democracia, cuando el Tribunal Supremo decidió que la primera debía prevalecer.

Al mando de la empresa se encontraba una mujer acostumbrada a ser invisibilizada en un mundo de hombres. La mujer y la prensa negándose a tolerar el abuso de poder (Nixon y Trump). El Times fue el primero, sí, pero ya disfrutaba de un prestigio y de una circulación que el Post, el "underdog", no poseía. No es que el Post ostentara un papel más importante que el Times en la investigación. Ambas contribuciones fueron muy valiosas. Pero la historia del Post resulta más efectiva cinematográficamente. Esta es una película, diríamos, necesaria. Su estreno coincide con los premios "Fake News", concedidos por el actual presidente a los medios de comunicación que, a su juicio, han realizado las coberturas más deshonestas. De modo que pasar un par de horas en una sala de cine viendo a Tom Hanks interpretando a Ben Bradlee y a Maryl Streep encarnando a Katherine Graham es un agradable ejercicio de escapismo. Aunque quizás esto indique la existencia de un problema todavía mayor. En la necesidad que ahora sentimos de recurrir a la épica. Hacer "el trabajo", hoy en día, se ha convertido en un acto heroico.