Afable, intenso y apasionado, entregado al periodismo, a la aventura diaria de contar grandes historias de gente sencilla. Así era Julio. La suya fue una trayectoria con mayúsculas. Todo lo que pasaba por su cabeza tenía que ver, de una u otra manera, con su profesión, el mejor trabajo del mundo. Vivía por y para el periódico.

Puente fue un maestro del periodismo, sencillo y exigente a la vez. Transmitía tanta seguridad y confianza a la gente de la que se rodeaba que parecía uno más de la familia. Sobre todo para aquellos que empezábamos y que queríamos contar grandes historias, el fue nuestro guía, amigo y confidente.

Le conocí cuando llegó para dirigir FARO. Fue una revelación. Inmenso como el mar y al mismo tiempo dócil como un bebé. Nunca tenía un mal gesto, tampoco una mala cara. Sus consejos siempre te alumbraban, te hacían reflexionar y, sobre todo, te enseñaban a entender lo que tenías entre manos. "Ahí tienes la pista... y a volar", solía decir en la Redacción. Sencillo y contundente a la vez.

Tenía dos grandes pasiones: el periodismo y el deporte. Sabía tanto de fútbol, de ciclismo o de boxeo que te deslumbraba. Sus columnas en FARO, coincidiendo con un gran Celta, eran una delicia. Tanto como el juego de Mostovoi y Karpin. Julio se enamoró enseguida del Celta, de A Rianxeira, tanto que ya no fue capaz de dejar de emocionarse con cada uno de sus partidos pese a estar ya en su querido Gijón. En la Redacción de La Nueva España lo visité varias veces. Allí, escribiendo cada día, era feliz.

Aprendí grandes cosas a su lado. Pero por encima de todo aprendí a quererlo. Por eso hoy también se ha ido con él una parte de mí. Gracias 10.

* Redactor Jefe de FARO DE VIGO