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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El abismo

Resulta más que probable que este ciudadano que les escribe haya empleado alguna vez el término "abismo" para expresar su temor de que la distancia que separa a las dos Galicias, la interior o rural y la litoral o industrial, llegue a aquella dimensión. Y por lo que acaba de publicar este periódico, ese riesgo es algo más que potencial: los datos son expresivos y reiteran que esa distancia se agranda cada vez más. Y con algo que añadiría Murphy para intensificar la alerta: de momento no hay reacción apreciable ni en las fuerzas políticas ni en la sociedad misma.

El abismo, pues, está cada vez más cerca y tiene causas múltiples pero una raíz común: la crisis demográfica, que vacía concellos y multiplica por bastante las ya enormes carencias. Y la despoblación provoca entre los que aún se resisten a irse una desigualdad galopante con respecto a los que han escapado a tiempo hacia otras zonas o comunidades que ofrecen al menos la posibilidad de la esperanza en un futuro. Algo que una de las dos Galicias conserva: a la otra se le hiela el corazón tan solo contemplando lo que queda de ella.

Y todo eso ocurre, y conviene repetirlo, sin que casi nadie -aparte casos excepcionales, por su escasez y calidad, como el del presidente de la Fundación Barrié- reaccione más allá de una serie de estudios teóricos que, por otra parte, coinciden en lo sustancial: que el problema debe resolverse cuanto antes, y para lograrlo hay que empezar ahora mismo. Y si la parte de la sociedad gallega que lo sabe y que lo entiende permanece pasiva, habrán de ser las fuerzas políticas que dicen representarla las que se pongan en movimiento. Lo ideal sería que lo hicieran a través de un gran acuerdo, pero si este no llega, la Xunta -que tiene la mayoría para usarla- debe asumir la responsabilidad.

Es cierto que aquí se han reiterado las críticas hacia la Xunta por no apurar el inicio de una tarea inaplazable, pero también hacia la oposición por no mover un dedo para ayudar y/o -como ya ocurrió- deseando en secreto el fracaso del Gobierno para desgastarlo. Y eso no es solo indecente sino suicida, y ahí está el dato de cuánto gobernaron este país unos y otros. Y en absoluto porque existan intrigas o manejos: es que aquí hace ya tiempo que el más tonto fabrica relojes y distingue el oro de la ganga.

Naturalmente, cuanto queda dicho no es sino una opinión personal, pero sustentada en datos que la UE y la ONU han refrendado acerca del envejecimiento poblacional y sus consecuencias de cualquier tipo, desde las económicas a las estratégicas pasando por todas las demás. Y parece perder el tiempo reclamar urgencia en las medidas, y más aún exigir un mínimo entendimiento que las permita duraderas a los partidos, porque es ya una evidencia que aquí se prefiere pensar de cuatro en cuatro años -y a veces en menos- que a cuarenta. Quizá por aceptar eso de que "para entonces, todos calvos" aludiendo a la calavera. Pero lo peor de eso es que resulta falso: "calvos" estarán ellos para entonces, pero no sus hijos o sus nietos. Y ahí residen, precisamente, su egoísmo y su incapacidad.

¿O no...?

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