Era la finca donde habitaban mis abuelos y allí había desde un caballo a un loro. Perros, gatos, patos, conejos, gallinas, muchas gallinas y hasta una incubadora de pollos. La familia convivía con naturalidad con este variopinto elenco de animales y hasta el lorito parecía uno más en las conversaciones. Conocí desde pequeño su compañía y nunca me pareció que fuesen cosas. Los veía mirar, comer, dormir, buscar mimos, hasta hablar. El ave parlanchín de curiosos colores clamaba a la hora de la merienda: "Lola quiero chocolate". Todo era natural. Ahora unos dicen que no y aprueban una ley como remedio. Prefiero el Código Penal.

Con el paso del tiempo estas fincas fueron desapareciendo de los centros urbanos, así como cuadras o establos, granjas, lecherías y otros locales donde hubiese industrias con animales. Las sacaron de las poblaciones y prácticamente solo quedaron los gatos que pululaban por los hogares "para cazar ratones". Únicamente en los extrarradios permanecían fincas con animales domésticos. Hasta tal punto desaparecieron de las calles que hubo un momento en que varios parques zoológicos reservaron espacio para mostrar a los niños de ciudad conejos, patos, gallos, gallinas, burros, ovejas, vacas y otros habitantes de granja.

Pero algunos de estos volvieron pronto a las ciudades y villas como animales de compañía. Y abundaron los perros y luego se popularizaron las mascotas para acompañar a personas que vivían solas o distraer a los niños. Llegó un momento en que regalar una mascota pasó a ser habitual. Y por las calles se ven hoy día muchísimas personas paseando con perros de razas muy diversas, preferentemente de pequeño tamaño. Pero también se puede cruzar uno con alguien que lleva a un cerdito -me suelo cruzar con uno llamado "Mortadelo"-, a un conejo y hasta a un hurón. Pájaros, hámster y peces de colores alegraron muchos hogares con preciosas jaulas y luminosas peceras.

Pero los niños crecen, se emancipan, se cansan del animalito que sigue alimentándose y que crece y empieza a estorbar en casa. Ni padres ni abuelos están dispuestos a encargarse de unos bichos que ya no les hacen gracias a los niños. "Son bebés para toda la vida", dicen con frecuencia, y llega un viaje o unas vacaciones y llega también el abandono de las crecidas mascotas. Una futura ley cuya proposición ha sido aprobada en el Parlamento será promulgada para imponer el respeto a los animales. Porque sienten y padecen, no son objetos, muebles, cosas. Tienen vida y no se les puede maltratar. Perfecto. Estamos cansados de que se les dañe, no los alimenten, les abandonen, que se tiren los peces, las tortugas o los patos a los estanques o se "descuiden" en furtiva escapada al monte.

El problema que pueden tener los elaboradores de esa ley será la medida de ese sentimiento. Porque un perro, un gato, un conejo, un toro de lidia siente y padece. ¿Y un pollo, una vaca, un cordero, un cerdo, una codorniz, una liebre? tienen sentimientos? Quiérase o no, si viven tienen sentimientos. ¿Habrá que calibrar la capacidad cerebral de cada bicho para matizar el trato en esa ley? ¿Matarlos para comerlos será delito? Grillos, gusanos de seda, mariquitas ¿sienten? ¿Decidirá el legislador qué podemos comer y a quién no? ¿Tendrán que dejar de fabricarse los raticidas, los productos para matar cucarachas o ahuyentadores de palomas? Acudamos al Código Penal que ya contiene sus artículos contra la crueldad y el odio y retoquemos alguna norma para establecer que los animales no son cosas o embargables muebles. "Cuando los políticos no tienen nada que hacer matan moscas con el rabo", ironizaba el filósofo Gustavo Bueno Sánchez en estas páginas. Por su parte, Susu apuntaba: "Todos los logros en esta dirección hay que celebrarlos". Respetables opiniones.

Lo que ahora denominamos mascotas antes eran como de la familia. Convivían en la casa con las personas, comían lo mismo que sus dueños, dormían en su rincón, en su alfombra o en el cobertizo adyacente a la vivienda y tenían libertad para entrar y salir a su antojo. Hoy muchos de esos animales son una estimable compañía, pero otros son un lujo o caprichos costosos y exóticos (boas, pirañas, etc.). Es peligroso meter un dedo en el estanque del parque Juan Carlos I de Madrid por las mordeduras que pueda uno sufrir. Está plagado de "mascotas" abandonadas. Pregunto: ¿No están incluidos los delitos contra la crueldad o el odio en los Códigos Civil y Penal? Creo que ese es el lugar idóneo para penalizar el maltrato sea a quien sea.

"Hay que endurecer las penas contra el maltrato animal? y aplicar con dureza las que están ya", señalaba la abogada Nuria Menéndez, directora del Observatorio Justicia y Defensa Animal, promotora de la proposición aprobada en el Congreso, quien compara su lucha con las conquistas del "lobby feminista", considera hacerse un "selfie" como una forma de maltrato al animal y dice respecto a quienes trabajan la cabaña que "no necesitamos ganaderos para vivir". Aplicar/endurecer leyes existentes es mejor que promover una nueva cuando se produce un hecho luctuoso. ¿O no?