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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La meditación

Rematada la tregua navideña, y a la espera de que alguien encuentre la fórmula para resolver el sudoku catalán -lo que ahora mismo parece como cuadrar el círculo- quizá sea el momento de preguntar qué papel puede haber jugado el 21-D en los otros nacionalismos de la península. O al menos en los dos "históricos" que se deducen de los tres en la calificación territorial que especifica la Constitución y que, por cierto, no les basta a ninguno en esa disconformidad tan típica de lo carpetovetónico pese a que, si se desarrollase con inteligencia, podría suponer una base para hallar algún tipo de solución al lío.

En el PNV, el camino emprendido -sobre todo después del pase al ostracismo de Arzalluz y su escuela genética selectiva- es del todo diferente incluso a la de Ibarretxe y por supuesto a la de Mas y Puigdemont. El Gobierno de Euskadi es ya en la práctica casi como un Estado dentro del Estado, a falta por supuesto de una declaración oficial. Primero porque tiene un electorado fijo y sólido como el catalán pero a diferencia de éste cuenta con aliados que no espantan a sus bases y que no temen un estallido a la manera de la Generalitat. Desde la conciencia clara de que, ya sin epístolas u órdenes que no sean necesarias y fórmulas que saben fuera de la UE.

El nacionalismo gallego carece de todo lo que tienen los otros, empezando por una base electoral suficiente y estable, y además le sobra radicalismo y le faltan ideas propias y no adoptadas, hasta el punto de que sus planteamientos están, más que en la utopía, en el terreno de la quimera. Parlamentariamente hablando no significan siquiera comparación con ERC y como le falta burguesía tampoco con el conglomerado del PdeCat y ya ni se diga del PNV. Y lo peor: que todo ello, en lugar de una meditación seria y ponderada. Lo lleva a enrocarse y a descalificar las críticas como producto de manipulaciones o intrigas.

Eso es lo que hay, seguramente matizable en algunos aspectos y desde luego rechazable por los oráculos del BNG o de la extraña confluencia de las Mareas, Podemos y AGE. Pero debería obligar a cualquiera, especialmente a las diversas familias de este, además de a esa meditación, a lo que los que católicos llaman "examen de conciencia", que tiene una interpretación perfectamente válida para los agnósticos, bastantes de los cuales prefieren llamarlas "autocrítica", sobre todo si repasan con mesura los resultados electorales de los últimos tiempos.

A partir de ahí, si es que sus responsables aceptan algo de lo dicho, podría hablarse de un nacionalismo gallego con un futuro razonable, teniendo en cuenta que no es el catalán ni el vasco ni parece probable que llegue a serlo alguna vez. Pero en cualquier caso, cada cual puede hacer de su capa un sayo y si no le sale a medida, echarle la culpa al sastre o a quienes digan que parece un adefesio. Al fin y al cabo, y como queda dicho, ésa es una costumbre de sus responsables, habituados a ver la paja en el ojo ajeno y no notar la viga en el propio.

¿No?

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