Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Las evidencias

Así pues, como ya tiene dicho el clásico que "nada hay más terco que los hechos", el caso del concello ourensano de Os Blancos acaba de demostrar, por esa vía fáctica, que lo de la fusión de municipios en Galicia puede retrasarse más o menos, pero llegará. Porque no solo allí ha tenido que apelar a la diputación para que se haga cargo de la economía local -es decir, de prácticamente todo- sino que lo ha hecho mediante una fórmula que huele a disolución si no se produce antes su integración en otro ayuntamiento para salvar al menos el nombre.

El asunto, y no debe eludirse la posibilidad, tiene otra lectura distinta y puede servir perfectamente para reforzar el argumentario de los que defienden la existencia de las diputaciones, aunque buena parte de ellos sean los que reclamaban su liquidación y ahora que las gobiernan se justifican definiéndolas como "otras" cuando son las mismas casas para amigos y clientes que siempre fueron, solo que en este momento con cambios en la nómina. Y es que como su excusa fue siempre apoyar a los "pequeños", Os Blancos se lo puso a punto para rematar.

Y, sin embargo, estorban. Al menos para encajar en un modelo de estado que creó las autonomías para otra cosa, pero que ahora puede -y debe- sustituir perfectamente a las diputaciones mediante otros esquemas territoriales que, aparte de más modernos, sean más eficaces. Pensando, desde luego, en los ciudadanos antes que en los partidos, muchos de los cuales -los que gobiernan o gobernaron esos entes- los han utilizado para consolidar su poder electoral, colocar a sus "huérfanos" o, al igual que el Senado pero con menos lustre, enterrar sus "elefantes".

Suena feo, y hasta injusto, pero todo el mundo sabe -especialmente los partidos- que es verdad. Y aunque también resulte cierto que los controles han mejorado y disimulado algo el clientelismo, parece evidente que su tan repetida tarea en apoyo de los núcleos más pequeños -"que sin ellas no podrían existir"- ya no justifica su continuidad. Y eso deja el solo camino de la fusión, salvando todas las reservas -casi siempre, conste, de índole sentimental, aquello de la "patria chica"- y sobre todo permitiendo que se imponga la lógica, política y territorial.

A estas alturas, y visto el episodio del pueblecito ourensano de 800 habitantes, y conviene insistir, no se puede negar la otra evidencia, la de que hay en Galicia un porcentaje elevado de sus más de trescientos concellos que no alcanzan a arreglárselas por sí mismos ni siquiera para proporcionar servicios elementales a sus muy escasos vecinos. Y esas evidencias deberían bastar no solo para dinamizar -y cuanto antes mejor- una política de fusiones, sino también para modificar la óptica con la que se abordan otras cuestiones que tienen para su "arreglo" plazos muy largos. No va a ser una tarea grata ni fácil, pero es la que demandan los tiempos. Y quien no sepa verlo, perderá el tren al progreso de verdad.

¿No...?

Compartir el artículo

stats